Un esfuerzo de montaje nunca antes visto en el museo, que involucró a 150 personas, demandó la instalación de una veintena de obras. Hace cuatro años se exhibió allí una réplica de la punta del Obelisco, en medio del pánico colectivo que provocó la simulación de su desaparición en el monumento.
Bajo la luz que entra por el techo de vidrio en una tarde de invierno, el agua turquesa de la pileta invita a zambullirse. A tal punto que, para un visitante desprevenido, el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) podría confundirse en estos días con un spa. Aunque no será relajación sino inquietud lo que seguramente sentirá al acercarse a la pileta… y ver que hay gente caminando bajo el agua.
¿Es eso posible? La “suspensión voluntaria de la incredulidad” es según el curador Dan Cameron la actitud ideal para experimentar las obras de Leandro Erlich, artista argentino consagrado a nivel mundial, que inaugurará el jueves próximo en el Malba su primera muestra antológica en el continente americano.
Con esa fina frontera entre ficción y realidad se relaciona el título de la muestra,Liminal, que evoca “la zona existente en el umbral de otro espacio”, justo cuando uno está a punto de cruzar. Lo mismo ocurre con Próximamente, la exposición que inauguró el miércoles en Ruth Benzacar, para la cual transformó la galería en la antesala de un cine. Ambos títulos ubican también al artista nacido en 1973 en el punto medio entre un ciclo cumplido y otro que aún no se manifiesta.▶
El montaje de Liminal en Malba
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Por la invitación a la experiencia y el potencial “viralizable” de las imágenes en redes sociales, las dos prometen ser “blockbusters”. Así se llama a las exposiciones taquilleras como las de Yayoi Kusama, Andy Warhol y Yoko Ono, que convocaron a cientos de miles de personas en el Malba.
De este lado del espejo las obras de Erlich, como las de Kusama, son el fondo perfecto para la selfie desde mucho antes que las redes sociales revolucionaran el mundo. Pero, ¿qué hay más allá de los trucos visuales de este Banksy porteño, que sorprende con sus golpes de efecto?
“Sus obras tienen muchas capas de sentido -responde Cameron-. Si bien interactuar con ellas no requiere un conocimiento previo, sí resisten el análisis intelectual. Uno de los aspectos más profundos es que introducen la duda en la experiencia del espectador, de manera que salís del museo con la conciencia crítica de analizar el testimonio de tus sentidos, y el mundo ya no parece tan auténtico.”
La incertidumbre que provoca en el público con sus instalaciones al desplazar, sacar de contexto y duplicar elementos familiares de nuestra realidad cotidiana resulta clave en su búsqueda de alterar las formas de percepción.
“El ‘todo es posible’ que nos transmite a veces el cine, que nos libera de un montón de cosas, a la vez nos limita -sostiene Erlich-. Porque ponés en suspenso el pensamiento crítico: no te cuestionás por qué una vaca sale volando. Me interesa romper con el orden de lo posible y, al mismo tiempo, que quede abierto el proceso analítico de entender las cosas.”
Esa consecuencia de su trabajo parece estar relacionada con el gesto audaz de Julio Le Parc, a mediados de la década del 60 en París. El artista mendocino, premiado en la Bienal de Venecia en 1966, se adelantó entonces al hoy llamado “arte relacional”, al proponer al público interactuar con sus obras cinéticas, rebelarse contra el orden establecido y abandonar el rol de mero espectador. “Si un espectador se da cuenta de que es tomado en consideración por las obras expuestas, que le dan algo – observa Le Parc-, quizá pueda decir después: ¿Por qué en otros lugares no recibo esto?”
Algo de ese sutil señalamiento político tenía la obra Turismo, presentada por Erlich y Judi Werthein en la Bienal de La Habana en el año 2000. Consistía en una ambientación invernal que permitía a los cubanos posar para una foto en la nieve y llevársela como souvenir. Una forma de experimentar el invierno en la isla caribeña, a pesar de la prohibición gubernamental de salir del país.
Esa “utilización del arte para hablar de una verdad incómoda” a la que se refiere Cameron en el texto del catálogo está presente también en Invisible Billboard (2019), obra que ya se instaló en la explanada del Malba y que Erlich realizó por primera vez en 2008 en Nueva Orleans. Representa una escalera de salvamento afirmada bajo el marco de una ventana… que es todo lo que queda de la casa.
Aquella vez, el contexto era muy distinto. Integraba una muestra organizada por el mismo curador para contribuir a la reconstrucción cultural de la ciudad tres años después del huracán Katrina, y fue ubicada en el barrio con mayor cantidad de víctimas de la inundación.
“A primera vista, parece rayar en la insensibilidad que Erlich, un extranjero en Nueva Orleans, presentara una imagen tan visceralmente perturbadora en una ciudad que todavía estaba muy traumatizada por lo sucedido a sus pobladores”, señala Cameron. Y agrega que esta forma de entender “el arte como un tipo de ficción” le permitió sin embargo “realizar algo de lo que el arte rara vez es capaz: enfrentar un dolor enconado sacándolo a la superficie y volviéndolo tan obvio que su presencia no puede ser negada”.
Esa forma de dar cuerpo al “elefante en la habitación” se hizo aún más evidente con la Maison Fond, una casa “derretida” que Erlich instaló en 2015 en el espacio público de París para la célebre “Noche blanca”, semanas antes de la conferencia sobre cambio climático que alojó ese año la capital francesa. Fonéticamente, el título de la obra en francés suena como ” Mes enfants” (mis hijos), en clara alusión al inquietante futuro que les espera a nuestros descendientes.
Si bien son pocas las obras relacionadas con un contexto de la actualidad, todas proponen que volvamos a ver la realidad cotidiana desde otra perspectiva, abiertos a que ciertas cosas puedan cambiar. Nada menos.
Fuente: La Nación