Corazonar la ciudad: Melina Saredo y la ternura como forma de resistencia urbana

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En el cruce entre arte, memoria, juego y ecología, Melina Saredo construye una poética sensible de resistencia urbana.

Su proyecto “Desgualichar la mirada”, exhibido actualmente en la Alianza Francesa de Flores, despliega una plataforma participativa que dialoga con lo ancestral, lo afectivo y lo colectivo desde una perspectiva crítica y sustentable.

Una obra que nace del barrio y se expande al territorio afectivo

Floresta, barrio del oeste porteño, no solo es el lugar donde vive y trabaja Melina Saredo, sino también el origen de muchas de sus obras. En sus caminatas cotidianas, la artista recolecta materiales descartados por fábricas textiles y carpinterías de la zona, que luego transforma en esculturas, pinturas e instalaciones con técnicas desarrolladas a partir de biomateriales y pinturas ecológicas de creación propia. Esta práctica encarna una ética del cuidado, la reutilización y la sensibilidad hacia lo que el sistema desecha.

“Desde chica tuve conciencia ecológica. Siempre me interesó cómo producir de forma sustentable sin perder la potencia poética”, explica Saredo. En ese camino, su proyecto “Desgualichar la mirada” –que también es el título de su tesis de Maestría en Tecnología y Estética de las Artes Electrónicas (UNTREF)– se convierte en un manifiesto artístico-político que invita a desacelerar, a observar, a sentir, a corazonar la ciudad.

Entre esculturas, poesía y comunidad

Licenciada en Artes Visuales con orientación en Escultura (UNA), la artista Melina Saredo trabaja desde un enfoque multidisciplinar que cruza la tridimensión con la escritura, la pintura ecológica, la educación y la participación colectiva. Su obra está marcada por una sensibilidad que incorpora el juego como herramienta estética y pedagógica, y la ternura como forma de resistencia.

“No busco una estética cerrada, sino un proceso que esté vivo”, en sus trabajos se revela su interés por abrir el arte a nuevas formas de interacción y por generar espacios de silencio, calma y afecto en medio del ruido urbano.

Saredo coordina el taller La Tortuga pintora junto a la Prof. Tina Tintpilver dentro de las instalaciones del club GEVP de Villa del Parque, donde desarrolla propuestas formativas para diversas edades, y forma parte del grupo de investigación Maloneras, una comunidad de artistas y pensadoras que reflexionan sobre arte, territorio y cuerpo desde la construccion de identidad desde la imagen e imaginario sobre el sector indigena pensandolos desde la cntemporaneidad, esto lo incorporaria porque es desde esta “construcción errada que tenemos de lo ancestral es que tambien habla mi obra, de este sentimiento de que argentina tiene que ser de determinada forma y que lo que no se ajusta debe de meterse debajo de la alfombra”

Su trabajo ha sido expuesto y premiado en distintos espacios del país y sigue creciendo en red, anclado en una mirada ética, afectiva y comprometida con el entorno.

Desgualichar: una poética de la ternura

El término “desgualichar” proviene del habla popular del noroeste argentino y remite a quitar un maleficio. En manos de Melina se vuelve una metáfora para pensar la posibilidad de desprogramar la mirada productivista con la que habitamos las ciudades. “Desgualichar la mirada es abrirse al juego, a lo pequeño, a lo que vibra por fuera del mandato de éxito”, explica.

La muestra que puede verse hasta julio en la sede de Flores de la Alianza Francesa propone un recorrido participativo: obras construidas con pinturas ecológicas y biocompuestos, un mural colaborativo virtual, poesía y hasta una canción creada con inteligencia artificial a partir de un poema propio. Todo convive en una estética vibrante, amorosa, casi ritual.

“El arte es una herramienta poderosa para imaginar otros mundos posibles”, sostiene. Para Saredo, el arte no es un objeto cerrado, sino una plataforma de encuentro: “Deseo que las personas escriban, dejen mensajes, que se lleven una pregunta, una emoción encendida o un gesto de ternura hacia sí mismas o hacia el entorno”.

Arte, tecnología y ética ecológica

Aunque sus materiales y procesos remiten a lo artesanal, su trabajo también dialoga con la tecnología contemporánea. Desde la investigación con biomateriales hasta el uso de herramientas de IA para la creación musical, Saredo explora cómo integrar las nuevas tecnologías sin renunciar a una mirada crítica y sensible.

Abrazar potencia nuestros colores” – 2025 – Técnica mixta s/ madera, 100x100cm.

“El cruce entre tradición y tecnología me interesa siempre que no se pierda el vínculo ético con la materia, con el entorno y con el público. La tecnología no debe desplazar la sensibilidad”, afirma. En su instalación “En ciudad gris sé el faro”, por ejemplo, un QR permite acceder a la canción “Corazonar en tiempos de odio”, compuesta con IA sobre un poema de su autoría, como un gesto de ternura contra la violencia urbana.

Un jardín oculto en la ciudad

Entre las obras más representativas de su recorrido reciente, Saredo destaca también “Jardín oculto”, parte de una serie que reflexiona sobre los “jardines en la adversidad”. Es una metáfora sobre lo que florece en condiciones hostiles, sobre la potencia de lo colectivo y lo pequeño como estrategia de supervivencia.

En otra de las tantas escenas que resignifican su proyecto, una niña que participaba de un taller escolar escribió como ritual de desgualichamiento: “abrazar a mi abuela”. Ese gesto sencillo condensó para la artista todo el sentido de su práctica: “Pensé en mis abuelos que también pintaban, en cómo el arte puede reconectarnos con nuestras raíces afectivas, con lo que somos”.

Hacia una red de arte y afecto

Consolidada como una de las voces emergentes del arte ecológico y participativo en Argentina, Melina Saredo proyecta a futuro la expansión de su trabajo en nuevas geografías y plataformas. Desea profesionalizar su práctica, exponer internacionalmente y que alguna de sus obras forme parte de un museo.

“Quiero seguir generando obras que inviten a la comunidad a encontrarse desde el juego, el afecto y el pensamiento crítico. Construir una red de arte y afecto que cruce generaciones, disciplinas y territorios”, concluye.

Su arte no propone respuestas cerradas. Más bien, como ella misma diría, abre una grieta en la ciudad para que la ternura se filtre.

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