Cada vez que veo a la banda surgen las mismas preguntas ¿Qué carajo es Gente Conversando? ¿Por qué funciona? ¿Es un happening? ¿Una obra de teatro experimental? ¿Una parodia? ¿Es un show de rock?

Nota del autor:

Esta nota está completamente sesgada y la imparcialidad a favor de GC será por momentos desmedida. No obstante, las loas a la “banda” son merecidas, ya que ha logrado resistir cualquier tipo de interpelación y análisis por parte de este módico autor, aun cundo en muchas oportunidades he puesto a prueba sus composiciones y shows de manera absolutamente absurda y soberbia, buscando el error, el pelo en el huevo. Siempre me cerraron el ojete.

Sábado a la noche y me encuentro buceando en este mar de mierda que es esta zona de Palermo. Chicas maniquíes luciendo un look “no tengo frio a pesar de que hace 9 grados” se pavonean y coquetean en los boliches de turno rodeadas por el reglamentario y siempre estable conglomerado de nenes fotocopia nacidos casi exclusivamente gracias a la mcdonalización de las barberías. Un ejercito de clones que bailan en las fiestas de farsantes de la espuma social a la que nunca nos van a dejar pasar. En medio de estas aguas sucias va a suceder un milagro.

La Tangente es el bunker de turno. Cuando entro una banda que nada dejó y de la que no voy a hablar actuaba sobre el escenario. Una chica cerca mío los definirá como “la banda que conoce los secretos mejor guardados del pop” y a mí se me ríe el ojete, solo quiero que termine y que empiece Gente Conversando. 

El show arranca con unas visuales (párrafo aparte, medalla y abrazo para Leah Beo , hacedor de maravillas) que muestran el entrenamiento de futuros yutas del conurbano, disparando a blancos precarios y apostados sobre sillas de escuela, siempre comandados por la voz de un oficial superior que parece más peligroso que todos los cadetes juntos. Miedo, incomodidad.

Esto no es gracioso, chiques. ¿Y por qué debería serlo?

 “Soy un punk del conurbano, me pase de edad para tocar” dice una de las nuevas canciones, con la que abrieron y cerraron el show. Una sátira existencialista que puede ser ofensiva fuera del contexto de Gente Conversando, pero que no lo es si se le presta la atención necesaria.

Ese es el momento en el que me pregunto lo mismo que me pregunto cada vez que veo a la banda. ¿Qué carajo es Gente Conversando? ¿Por qué funciona? ¿Es un happening? ¿Una obra de teatro experimental? ¿Una parodia? ¿Es un show de rock?

Podríamos tratar de analizarlo musicalmente y darnos cuanta de que no, no es un show de rock dentro de los parámetros establecidos (estoy minimizando, si quieren la versión larga del debate “rock o no rock” inviten un vino y charlamos). La Formación usa y abusa de la simpleza para lograr complejidades que escapan de la lógica. Temas de 5 minutos de dos acordes, como “dormir vestido”, sin cambio de ritmos, sin diferencia clara entre el estribillo y el verso, sin puentes, sin solos. Todo lo que debería estar en un hit roquero o popero, todo eso falta y sin embargo ellos logran hipnotizar al publico y hacernos disfrutar de esa simpleza casi arcaica matizada en texturas, más punk que aquellos punkys del conurbano que se pasaron de edad para tocar. También pueden agarrar un rockabilly, deformarlo, maltratarlo y arruinarlo hasta convertirlo en otra cosa, un algo, un etos solo propio de una banda que se caga en los géneros. Así nace “ritmo!” una de sus últimas creaciones (Habría que hacer un análisis especifico de esta canción y como la banda logra dejar una suerte de vacío rítmico en el tema que el oyente llena en su cabeza de manera inconsciente. Uno baila, pero a un ritmo que la canción sugiere, sin ser tocado. Esto queda para otra nota). O pueden irse para otro lado y, sin ponerse colorados, agarrar un estándar de jazz, ridiculizarlo, ponerlo a la altura de cualquier tema simple, sacarlo de contexto y hacer que esa base hermosa sobre la que improvisaron los popes de la trompeta se convierta en “Los bloopers de la guerra”, una oda acida anti yuta que no necesita ni gritar ni distorsionar guitarras para ser violenta e incómoda.

 A mediados del show alguien agarra el micrófono y recita unos versos. Observo como la gente se mira, es la primera de vez para muchos del público. Les aseguro que no va a ser la última.

¿Qué fue eso? ¿Un happening? Como cuando tocaron en el Xirgu y en medio del show hicieron una performance espectacularmente actuada por Martin Diese ¿Fue una improvisación de esas que hace Masse en medio de alguna canción? ¿Qué fue eso?

¿Y el vestuario? ¿De dónde sale esa imagen? Daniela Mitolo es la vestuarista. Si, tienen vestuarista. Hay todo un equipo atrás de la banda.

Pasan las canciones y en vez de encontrar respuestas solo aparecen preguntas. Dudo de todo, los miro, les creo, los escucho, pero dudo ¿Esto es real? ¿Esto está pasando en la cabeza de todos o soy yo?

Antes de cerrar tal cual abrieron tocan “el estado del clima” y para mi sorpresa el público canta a los gritos el verso que reza “si se salvan las ballenas o si pierde la derecha, despiértenme”. Algo está pasando, es innegable, estamos viviendo por unas horas en un paraíso utópico comandado por cinco tipos de los que nada sé y nada quiero saber. Solo que toquen, siempre.

Me voy, son las cinco de la mañana, me acuerdo de cuando iba a Cemento y el show terminaba tarde, pero el puesto de shawarma lleno de nenes fotocopias que bajonean cool me devuelve a la realidad macrista de Palermo. De vuelta al frio. En la esquina un pibe que vi en el show me para y me pregunta “¿Que mierda pasó?”. “Gente conversando” le digo. “Me pasaron por arriba” responde. Se da vuelta y cruza a calle sin mirar. Casi lo mata un auto que le hecho un fino. O tal vez, ya estaba muerto cuando salió del recital.

Por: Un Croto

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