Por Candelaria Penido. IG: @candepenido
Luz y oscuridad; blanco, negro y azul. Lo estático y el movimiento reflejado. Juego de destellos y agua que salpica.
Es Gyula Kosice intergaláctico, la exposición monográfica que recupera más de 80 piezas producidas por el artista eslovaco-argentino entre 1950 y 1980. A cien años de su nacimiento y hasta el 4 de noviembre, el MALBA propone destacar su rol pionero en el desarrollo del arte cinético y lumínico.
Visionario y audaz Kosice creía en el arte como forma de comunicación, investigación y hasta como catalizador del cambio social. Trabajó en sus obras con ese precepto; es así que no llama la atención que la muestra funcione como un retrato. Es a través de sus producciones que como espectadores no solo nos adentramos en su universo, sino que vamos descubriendo desde cómo era él con sus distintas facetas: artista experimental, escultor, poeta y teórico, hasta qué lo motivaba y apasionaba.
Curada por Mari Carmen Ramírez y María Amalia García, Gyula Kosice intergaláctico, está dispuesta en cuatro salas del segundo piso del museo. Organizada en cuatro núcleos temáticos, nos adentramos, luego de cruzar un telón de terciopelo negro, en este viaje hacia su propia galaxia.
La primera sala nos posiciona frente a las primeras búsquedas de este artista: cuestionar la escultura tradicional. Siguiendo la línea de la Bauhaus y lo que planteaba el grupo Madí —al que pertenecía—, se dispone a explorar la transparencia y la luz. A ir más allá de cómo se pensaba la escultura, a problematizar su noción y por lo tanto, la experiencia del espectador. En esa primera sala de paredes blancas se exhiben 12 piezas en acrílico. Llama mi atención el juego de luces y sombras que se produce por el movimiento de Coordenada de un volumen o Diagonales. Una escultura/móvil que cuelga del techo y juega con la percepción del espacio del que se detiene a mirarla. Este se convierte en una de las constantes de la exposición.
De lo blanco al negro. Pasar a las siguientes salas es adentrarse en un universo donde reina la oscuridad mas nosotros como pequeños bichitos de luz, vamos zumbando de obra en obra: haces de luz con relieve que no dejan de aclamar la atención. Dando lugar a su perfil experimental, Kosice incorporó la luz como un material en sus composiciones. Su herramienta, durante los 40 y 50, fue los tubos de neón. Los cuales calentaba y luego moldeaba para escribir sobre el espacio. La luz juega un rol central, y junto con los nombres de las obras, nos invitan a despertar la imaginación intentando interpretar un Ritmo lumínico o creando en nuestra mente la Galaxia de Paris, a partir de los trabajos expuestos.
Plástico transparente, luz y agua, fue su tríada. El visionario artista, despliega su faceta sensible en Cuerpo de agua. Este tercer módulo nos acerca al fluir del material líquido como el protagonista de su taller. Agua como gota, chorro y cascada, como potencial estético y vital. “Se conmovía con la centralidad del agua para la vida” dicen las palabras de las curadoras. Y justamente esta parte de la exposición toca una fibra interna. Una gota de agua acunada a toda velocidad por ejemplo, no solo es la primera escultura con agua en la historia del arte contemporáneo, sino que el espectador se encuentra frente a un pequeño artefacto que se mueve pura y exclusivamente desde 1948, para mecer a una gotita. En medio de la sala, nos encontramos con una carrera de gotas sobre un vidrio, llueve dentro, en una ventana que en su artificialidad solo nos permite apreciar la caída de la lluvia. La gota se convirtió en un leitmotiv a lo largo de su producción, en la que transformó meros materiales en creaciones magnéticas.
Descubrimos parte de una mentalidad práctica de Kosice con el despliegue de su serie de joyas. Miniaturas de sus esculturas, en forma de aros, dijes y anillos. Elementos más asequibles de comerciar.
La última sala, nos acerca a uno de los proyectos más ambiciosos del artista: La ciudad hidroespacial. Una instalación con 25 obras en donde se percibe parte de un trabajo que iba mucho más allá de la escultura.
“La ciudad hidroespacial evoluciona hacia un esbozo arquitectónico. Cada uno de los hábitats curvos y semiesféricos de plexiglás representa una tentativa de palpar, expandiéndola, la noción de ‘espacio’ que es transparente, maleable, dinámica y, en cierta medida, dimensional —explicaba la Mari Carmen Ramírez—. Kosice tuvo plena conciencia de que ‘lo escultórico’ era solo un paso en dirección hacia el pleno logro de su meta: valerse del arte para forjar un nuevo modo de organización social. Para alcanzar tal objetivo, ‘lo escultórico’ debía anularse a sí mismo.”
Con la fiel creencia de que el hombre no va a terminar en la Tierra, como indican sus palabras sobre la pared final de la muestra, el artista dio a conocer su visión sobre el futuro de la humanidad, habilitando múltiples posibilidades. Como con esta pieza en donde imaginó una ciudad suspendida a un kilómetro y medio de distancia de nuestro planeta, movilizada por hidrógeno y oxígeno extraídos del vapor de agua de las nubes.