Dos/Un elogio escénico para el amor: Un unipersonal que descoloca desde el primer paso que se da dentro de la sala

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Por Candelaria Penido. IG: @candepenido

Un collage de pensamientos y una situación escénica para hablar del amor.

Hay un tema, que a lo largo de los años y de la historia del arte, se ha repetido como centro de la creación artística, el amor. Poemas, cuadros, novelas, canciones, ensayos, obras de danza, de ópera, de música y de teatro son los instrumentos que distintos artistas y pensadores han encontrado para intentar comprender esta idea, pensamiento, sentimiento, emoción, ilusión y/o acontecimiento. Dos/Un elogio escénico para el amor es la forma en que Diego Starosta junto con la Compañía El Muererío Teatro eligió para presentar su interpretación de él.

Esta obra, en cartelera todos los viernes a las 21hs en el Teatro Payró (San Martín 766), versa en torno a los postulados del filósofo francés Alain Badiou. Un unipersonal que descoloca desde el primer paso que se da dentro de la sala. Nos enfrenta a preguntas cotidianas en relación al amor, nos propone nuevas formas para intentar comprenderlo, nos habla del teatro y de la realidad a partir de una situación irrisoria. Dos payasos de dudosa reputación, reunidos en una unicidad inevitable, se proponen crear un espectáculo de variedades sobre la base de una disertación filosófica sobre el amor.

Diego Starosta

Todos los elementos que van componiendo la acción performática descolocan. El/los personajes, la utilería que van apareciendo en escena, el vestuario, la escenografía, los silencios, el complejo texto casi citado, el uso del espacio, el manejo del cuerpo. Esta representación no es una más, sino que en ella se da una profunda exploración que nos acerca al amor desde otro lugar.

El intérprete es la ficha clave. Dos personajes que son uno. Un primer payaso que se disocia en dos, abriendo el juego. Hay un esquema numérico propio del procedimiento amoroso que enuncia que el Dos fractura al Uno y experimenta lo infinito de la situación. Uno, dos, el infinito. Esta numericidad estructura el devenir de una verdad genérica. Verdad de la situación en tanto que ahí existen dos posiciones disyuntas”, explica Diego Starosta. En la relación entre estos dos personajes se exponen muchas cosas. La condescendencia marca el torno del diálogo entre “el que sabe” y “el que no”. Aun así, este último paradójicamente, es el que termina llegando a la esencia de los mensajes, condensando su significado y exponiéndolos en términos amenos y cotidianos. Estos personajes no han sido elegidos al azar, sino que fueron “una arbitrariedad formal para crear un diálogo con el texto con el fin de no caer en la representación”, confesaba el dramaturgo en una entrevista con Cecilia Hopkins.

El manejo de los recursos escénicos sorprende. Sus movimientos, gestos y expresiones contrastan, a la vez que enriquecen, los enunciados filosóficos que va comunicando. El uso del cuerpo se distingue del resto, ya que constantemente está en el centro de la atención. Corre, gira, “galopa”, sube, baja, se agacha, pega, discute, aplaude sin que su voz se vea afectada ni agitada.

El uso del espacio y la iluminación son simples. No hay grandes juegos ni cambios a lo largo de la obra, mas es dentro de esa simpleza, que se forman los intrincados dibujos que dan pie a la representación. El espectador se encuentra con dos tipos de escenas, que se van alternando. Hay ciertas estructuras que se mantienen en cada una de ellas, durante el desarrollo de la interpretación. Una brilla con sus luces cálidas, la intervención de los dos personajes, los diálogos, los rasgos humorísticos, el clima afable y el uso de materiales circenses mientras que la otra, choca con todo esto. La iluminación se centra en un solo spot, de colores fríos, se forma un aura solemne y un clima melancólico. Solo aparece uno de los payasos, con la cabeza baja, los brazos sueltos y el torso desarmado, cantando la canción Blue Valentine a capela, mientras se desviste. Cada vez que se vuelve a este tipo de escena, se quita una nueva prenda. “Es como si se fuera desnudando ante el amor”, dice una de las espectadoras al finalizar y salir de la sala.

La ironía se asoma por momentos en los parlamentos y en la relación entre los payasos. Entablando de esta forma, una analogía con los temas tocados y despertando dudas. ¿Es la relación amorosa una irónica? ¿Una situación en donde hay dos personas pero solo una tiene el conocimiento teórico, estará siempre anclada en la ironía? Así como estas, la obra va generando una serie de preguntas en la cabeza del público. ¿Qué es el amor? ¿Se lo puede entender desde la filosofía, como una mera idea abstracta? ¿Qué necesita realmente para sobrevivir?

Estas incógnitas van surgiendo a medida que se ponen en duda enunciados de distintas personalidades. Postulados de Schopenhauer, Kierkegaard, Platón, Lacan,  Mallarmé, Rimbaud y Pessoa son presentados y sirven de puntapié para relacionar al amor con una serie de temas que lo afectan como la política, la religión, la familia y el arte.

A lo largo de la obra, el círculo es una forma que se repite. Aparece en el piso, demarcando una especie de arena, donde se sucede la acción. Una arena que bien podría ser entendida como una de circo o como las que usaban los filósofos en la Antigua Grecia para exponer sus ideas. El círculo aparece también en la transición entre los dos personajes. Un mismo intérprete los representa, trasportándose en círculos rápidos de un lado al otro para cambiar de payaso. A su vez, la idea del círculo, como línea que no empieza ni termina, sino infinita, se puede relacionar con el amor y su aparente continuidad eterna.

Dos/Un elogio escénico para el amor es una obra en apariencia simple con un trasfondo intenso que se va filtrando en distintas capas. Haciendo que días más tarde, la obra siga condensándose en la cabeza de sus espectadores.

Ficha técnica:

Dramaturgia: Diego Starosta
Supervisión dramatúrgica: Sebastián Ricci
Actuación: Diego Starosta
Dirección: Sebastián Ricci
Diseño vestuario: Sofía Di Nunzio
Espacio escénico: Diego Starosta y Sebastían Ricci
Realización de vestuario: Yuraima Borrero y Gisela Durán (Atelier Kyodashi)
Diseño gráfico: Mauro Oliver
Asistencia de producción: Sofía Vilaro
Fotografía: Fedro Fotos
Prensa: Prensópolis Comunicación y Prensa
Producción general: Compañía El Muererío Teatro

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