360 grams: el cuerpo como un vestido traslúcido que no oculta nuestra belleza

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Por Candelaria Penido. IG: @candepenido

Un espectáculo fuerte, sincero e íntimo en donde su única intérprete Ada Vilaró —también directora y dramaturga de la obra— nos invita a recorrer su propio viaje sobre el escenario de Timbre 4. Uno que coloca al cuerpo en el centro: cuerpo como tema y como medio a partir del cual narra sus vivencias.

Vilaró cuestiona aspectos de la realidad y desarma estereotipos: los conceptos asociados a la belleza, a la mujer, a las creencias, a los deseos, y la vida. Lo hace a partir de una pieza emotiva poética, que moviliza y hace que varias lágrimas escapen de los tímidos ojos de sus espectadores. 

La artista construye 360 grams a partir de una gran metáfora. Esta sirve para entender lo complejo de lo expuesto, para alivianar el ambiente y para dar lugar a un hilo conductor —las naranjas— que atravesaran toda la obra. Estas se filtran por el piso, se las abrasa, cuelgan del arbolito que vemos en la esquina de la escena, están bordadas en el vestuario final, se cortan, se exprimen, se huelen y hasta se convierten en souvenir para un par de espectadores afortunados. La niña de las naranjas, como la actriz nos cuenta que su madre la llamaba, vino a terminar una historia en donde las figuras femeninas de su familia son la clave para avanzar.

Con un tratamiento sencillo y limpio, Vilaró logra crear la atmósfera adecuada para adentrarnos en su trayecto. Con pequeños elementos sonoros, simple diseño de luces, pocas escenas, una sola actriz y una escenografía utilitaria que va dejando rastros de lo sucedido desparramados por el piso entendemos sucesos que atraviesan las vivencias. Son estos elementos que van quedando como vestigio de lo sucedido sobre el escenario los que permiten comprender que también la vida deja sus rastros sobre cada uno de sus viajantes.

360 grams presenta un espectáculo cíclico que funciona de forma circular. Cada tanto, nos adentramos en una nueva curva del espiral y nos volvemos a encontrar con ese momento en donde la actriz se posiciona en el centro de la escena y nos pregunta qué nos pasa. Nos pregunta-se pregunta si solo nos gustamos porque gustamos a otros. Momento en que utiliza su cuerpo de forma descriptiva y literal reproduciendo lo que cuenta con su voz mientras nos ilumina distintas forma de responder.

Es a partir de su cuerpo bello, doliente, desnudo que la artista fusiona la palabra, la actuación y la danza.

Al finalizar el espectáculo, con las emociones a flor de piel es que logramos terminar de comprender el viaje de la protagonista. Ella logra colocarnos en su piel. Lo que en un momento nos impactaba y hasta atormentaba, luego a medida que avanza la trama, dejar de estar en un primer lugar. Nos invita a acercarnos un poco a la magia de la vida “descubrí que estar aquí, ahora. Y estar bien, es una fiesta”, nos dice en una de sus últimas líneas.

360 grams fue una de las cuatro obras catalanas presentadas en el Festival Temporada Alta que organiza hace once años Timbre 4.

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