Tesoro Capital, Colección Balanz

Coleccionismo, En Primera Persona, Noticias

Por Gastón Fournier — Art Curator & Artfluencer

Una expedición entre traders, trazos y pasiones ocultas en la bóveda cultural de Balanz.

Hay quienes buscan tesoros en tumbas egipcias, en islas caribeñas o bajo un mapa con una roja X. Yo lo encontré en oficinas. En Buenos Aires. En el microcentro. Donde nadie imagina que, debajo de una capa de solemnidad, rendimientos anuales y moquette gris, late un corazón artístico brutal, según cuentan.

Llegamos demorados. Y allí estábamos: ingresando al corazón de una financiera que, como pocas, ha decidido abrirle la puerta al arte contemporáneo. Detrás del vidrio espejado y la recepción pulida, un pasillo y la sala de directorio, donde nos recibió Flavia del Valle, gestora cultural y responsable de producción de actividades en el espacio. Allí, una figura femenina, que llamaba la atención desde el primer vistazo: trenza, vestido azul noche y cinto dorado. Ya sentada y con ese charme que uno, antes, registró. Si, la vi antes, seguro. En algún cocktail del Moderno o quizá del Museo de Arte Decorativo, o en un vernissage de Piedras o en la tapa de Vogue. O en todas las opciones mencionadas. Más tarde, al final del recorrido sabríamos que era Luciana Rondolini, otra artista visual, que estaba, también en búsqueda de ese “tesoro”.

Detrás mío, una obra de Tomás Espina hecha con pólvora (2006), de esas que huelen a país en crisis perpetua.

Detrás de Flavia, una gran impresión digital con la imagen de un puente etéreo hecho de hilos y alfileres por Carlos Garaicoa, artista cubano, que solo se revela sólo, si estás dispuesto a construir lazos y soñar en grande. Esas dos piezas abren el recorrido y su simbología es clave: la historia y la posibilidad de tender “puentes”.

Entre la seriedad corporativa y la calidez de quien le gusta lo que hace, Flavia, nos invita -con la soltura de quien conoce secretos, pero te los cuenta de a poco- a comenzar la búsqueda de este “tesoro oculto”.

Balanz comenzó esta colección en 2008. Iniciada por Isabel Pita y Claudio Porcel. Lo que arrancó como inversión, mutó en pasión, y después en delirio. Hoy tiene más de 450 obras de arte latinoamericano e internacional. En 2019 inauguraron un espacio de 400 m² dentro de sus oficinas en Avenida Corrientes (Buenos Aires), diseñado para exhibir obras clave en un entorno corporativo activo. La colección incluye piezas de artistas de renombre algunas adquiridas y prestadas a prestigiosas instituciones como el MET (NY), el Tate, MALBA y Fundación OSDE. Su misión es conservar, difundir y prestar obras a museos, universidades e instituciones, combinando colección corporativa con educación y diálogo público.

Cuenta con una política de mantenimiento y conservación de obras, formado por un equipo de profesionales en el campo. Se reciben a diario visitas locales e internacionales, tanto de particulares como de museos, galerías y diversas instituciones. Ofrecen visitas guiadas semanales (miércoles y viernes a través de la web) y programas abiertos al público, eventualmente.

Colaboran con programas de mecenazgo, están en fase de desarrollo de proyectos editoriales y línea literaria de textos vinculada a la colección. Tratan de agilizar y facilitársela a los players del arte.

Hoy la colección, fluida y sin fronteras se expande hasta Estados Unidos, Uruguay y un poco más acá, Nordelta.

***

Mi curiosidad radicaba en qué los llevaba a hacer esta colección… y qué eje la atravesaba ¿Eje curatorial? Capricho. ¿Línea conceptual? El deseo de tener algo que te mueva, rompa el hielo, te haga repensar y genere diferentes estados.

Ese mismo capricho -bendito capricho- es el que nos llevó a recorrer los pasillos de una compañía que convive entre traders, pantallas, rendimientos y bonos con obras de arte que interrumpen y conmueven.

Gabriel Altamirano, artista y partner en esta “expedición”. Las visitas con él, tienen un plus: es mi memoria auxiliar. Me recordó piezas vistas en exposiciones y artistas radarizados. Además, con su formación académica, siempre me suma una mirada técnica. Y su mirada pisciana me hace repensar cada pieza. Más que pensar, a sentir cada pieza. Porque en este recorrido, entre traders y traders, la sensibilidad se volvió brújula. Y necesidad.

El mapa del tesoro

Comenzamos entonces con el recorrido. A priori, lo particular de la visita, es que todo esto sucede en el medio de la compañía… boxes, “peceras”, salas de reuniones, despachos de gerencias, oficinas de CEOs… y pantallas y más pantallas. Y otros escritorios, con doble monitores con gráficos y porcentajes, como en los films de Wall Street.  Me hizo recordar un poco, a la visita a la Bolsa de Comercio qua hacían los colegios primarios, en otras épocas.

Y en entre blancas paredes, moquette grises y azules, el grooming a tono de las y los colaboradores y las obras, he aquí el comienzo de la “expedición”.

El recorrido lo percibí, como quien busca nuevos inversores: primero sobrios, neutros. Reservados, casi distantes y con grandes nombres consagrados como casos de éxito, a modo de ejemplo, para persuadir y convencer, más luego seducir y concretar.

Entonces, primero, ir a lo seguro, a ganador en la primera impresión: Luis Felipe “Yuyo” Noé, Raquel Forner, Ana Gallardo con un dibujo íntimo y memorial, se cruzan con la crudeza Kenneth Kemble y Alberto Greco. Son la declaración de principios: estamos en presencia de una colección que se remite a ser clásica, casi solemne. Pero no.

Continuamos por otro gran hall, entero dedicado a la imagen, con fotografías en estado puro –en su mayoría de artistas argentinos – de Marcos López, Gabriel Valansi y su mirada minimalista del campo de Corrientes, Oscar Bony, que irrumpe como un fantasma de otros tiempos entre disparos y balas.  

Colección Balanz 11

Aprovechando que unas de las pequeñas salas de reuniones estaban vacía, pudimos ver la obra de José Carlos Martinat, artista peruano. Destaco la particularidad de su obra, ya que hace un print de arte callejero sobre una superficie de fibra de vidrio. Obras que incomodan, no solo por la apropiación de lo callejero como suyo, sino por la fragilidad del dispositivo sobre el que está hecho. Crudo, frágil, necesario.

Continuamos por otra gran oficina, donde se decide el destino de bonos y fondos de inversión que conviven con el dinero ajeno, y las fotografías de la sexualidad mórbida y el del mundo onírico de Nicola Constantino. Su presencia impacta: no está para decorar, está para interpelar.

Marina De Caro, más léxica, presenta una escultura blanda que tensiona el lenguaje del textil, con ternura disruptiva, en el hall, que, al ingresar con retraso, no le llegamos a prestar la atención debida.

La bajada al inframundo: cuerpo, deseo y resistencia.

Escalera abajo: el deseo. Nos lleva a otra dimensión: el universo más pulsional de la colección. Pablo Suárez y “El Perla”, un taxi-boy con su genitalidad y sexualidad provocadora, recibe al visitante, contenido en una gran concha de mar, flanqueado por dos pinturas costumbristas que esconden sombras y ecos de dictadura. Liliana Maresca brota desde un tronco seco y oscuro con brote de esperanza lumínica, ofreciendo un contrapunto poético. Ana Gallardo dibuja la parcela de muerte donde descansan las cenizas de su madre.

Unos metros más adelante, frente a otras oficinas y otros boxes con decenas de traders, Ernesto Arellano nos lanza una escultura de cerámica esmaltada de tres módulos pop-alienígenas que conversan con la cultura del anime, el manga y la China imperial.

Mientras Nicanor Araoz irrumpe con una obra visceral: se siente el fuego, nos quema la nariz con el olor de su carne quemada, se huele. Otra vez, el drama. Seguida a ella, el apilamiento de papel impreso tallado con forma de tronco de árbol, de Miler Lagos, del 2010. Y Vicente Grondona, con su escultura de carbón, madera cocida y adhesivo epoxi, nos dan pausas matéricas para respirar.

El coleccionista y su guarida

En la oficina de Claudio Porcel, cofundador de Balanz, pudimos ver y apreciar sus gustos. Es una cueva de placer: queríamos ver más. La gran obra de Vania Mignone, artista brasilera que estalla en color, potencia y mensaje. Por alguna razón, Claudio, con ironía, la ubicó allí.

Kuitca, elegante invita a recorrer planos y mapas interiores, Diop con un “collage” –assemblage- como su vida propia, franco-senegalés que vive en Viena, Dan Perjovschi juega con el éxito, los likes, la fama y el glamour y glifeando el capitalismo, un nuevo taxi-boy de Suárez, Pablo Insurralde con un bastón de poder, casi como su cetro ancestral.

Colección Balanz 16

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Si tan solo pudiéramos hacer una pausa, mirar solo un punto blanco y seguir… pero no puedo. Exhausto, sudado y lleno de tierra – como ese explorador buscatesoros -tropiezo casi sin rumbo, con los Mondongo; Caperucita Roja y el Lobo Feroz, plastilina de lujo, convertida en arte mayor.

Y finalmente, la señal que necesitábamos.

Magda Atria, nos guía con esas ramas de árboles –mágicas- en forma de “Y”, esas con las que el rabdomante nos indica el camino a los verdaderos tesoros. Estas tres intervenidas por ella, hacia allí nos guía…Estamos por buen camino. Está bajo tierra, en un gran bunker, descendiendo aún más.

Atravesando una puerta, bajamos las escaleras y la obra de la artista cubana Belkis Ayon, me detiene. Inspirada en la sociedad secreta afrocubana con la poco conocida técnica de grabado llamada colografía, sus obras retratan momentos rituales y escenas de traición, esoterismo y oscuridad. Los personajes no tienen boca ni iris y parecen suspenderse en una oscura bruma. Sentí como si estas sacerdotisas, chamanas, nos prepararan para el trance… y finalmente, entrar.

El descenso final: la bóveda del arte

Bajamos la última escalera. ¡Y woww!!! ¡Que mega! Ahí estaba: la joya de la corona. El tesoro mejor guardado del microcentro porteño.

El cierre me arrebató: una sala bóveda que podría ser la tumba de un faraón, una cripta o una tumba-santuario del arte contemporáneo. La nave madre del arte.

Colección Balanz 19

La sorpresa es absoluta, una selección de las obras más emblemáticas de los últimos 60 años del arte contemporáneo: Ernesto Neto con su instalación lúdica y colgando aromas, Adrián Villar Rojas con sus banquetes fin del mundo, las esculturas de esfera de chanchos de Nicola Constantino, Marta Minujín y su gran escultura blanda rayada, las distorsiones de Jazmín Kullock, la instalación escultórica de Despertar del Tigre de Ananké Asseff. Mas obras de Vania Mignone, ¡Y El Pelele! Con dos monstruosidades bellísimas.

Bajo tierra, custodiada por Isabel Pita, bajó -como quien revisa los frutos de su oráculo- a verificar sus últimas adquisiciones de Cartón Pintado, como remate perfecto de la visita. Abrió jaulas. Observó. Asintió. Sonrió. Nos dio las gracias por visitar su colección. Una verdadera guardiana de un tesoro compartido. Y se fue como quien sabe que el verdadero poder es, saber elegir. 

El final del mapa

Esta colección no se recorre: se excava. Es un fósil vivo, reflejo de la contemporaneidad, de sus miedos, su drama, su erotismo y su historia. Entre bonos, tasas y porcentajes, esta financiera esconde un secreto. Uno hermoso. Y como todo buen tesoro, está escondido a plena vista.

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Y entonces, el arte como política corporativa

Mi espíritu curioso, hizo que me comunicara telefónicamente, al día siguiente con Juliana Fontalva, curadora de la colección. Junto con Flavia acercan los artistas, los proyectos, para que el directorio, decida a quien apoyar o que obras comprar.

Conversamos sobre las labores sociales de responsabilidad empresarial, de la cocina como herramienta o motor social, de la acción junto a “Belleza y Felicidad”, creación de Cecilia Pavón y Fernanda Laguna, espacio de arte y editorial que funcionó desde 1999 hasta 2007 en Villa Crespo y en 2003 abrió una sucursal en Villa Fiorito que sigue en funcionamiento hasta la actualidad, donde se hacen exposiciones, talleres, ciclos de cine y funciona un comedor comunitario. Cocinando comidas étnicas, enseñaron a conocer nuevos ingredientes y realizar nuevos platos. Esta acción expansiva derivó en servicio de catering contratado por coleccionistas y eventos privados. El poder de transformación social del arte.

También de las reacciones de los traders de los ejecutivos y visitantes frente a las obras. De cómo se las rota para evitar su deterioro o el impacto emocional que genera sobre los colaboradores. La sensibilidad no es solo de los coleccionistas, curadores o gestores, los traders, los ejecutivos de cuentas también se ven afectados, interpelados por el arte. Es por ello que están muy atentos a las reacciones de quienes conviven o habitan la obra. Y según ello, se rotan o se eligen otras piezas.

El arte como medio para romper el hielo, de generar un punto de conexión con el visitante o el colaborador.

Porque sí: en Balanz, el arte también es estrategia de recursos humanos. Y de entrenar el alma.

En resumen, La Colección Balanz es un actor cultural dinámico que se prolonga más allá de lo privado: es exposición activa, préstamo institucional, educación visual y plataforma de promoción para artistas emergentes y consolidados. Su presencia en un entorno corporativo es puente entre realidades, genera efecto catalizador emocional, polémico y relevante, integrando arte contemporáneo de alto nivel con audiencias diversas.

Es testimonio de una idea poderosa: el arte no es lujo, es lenguaje y es reflexión social, espejo de identidades. Una sinfonía visual que late en pleno microcentro, donde la metáfora se hace cifra y el capital, tesoro.

Y así, entre arte y finanzas, Balanz revela su espiritualidad empresarial: amor por la otredad, pasión por lo humano y su drama existencial, audacia por lo distinto. Algo que, definitivamente, pertenece a su ADN.

Porque sí; entre traders y trazos, también late arte.

Gastón Fournier

Junio 2025

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