Bajo la noche eterna – El Mató en Rosario

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323 kilómetros casi rectos por la RN9. Soñar el Paraná cada vez que en la ventanilla se estampa paisaje de terreno fértil. Pensar en la fertilidad como un huracán de tiburones que arrasa con todo, seis veces. La luna nueva en escorpio es esta dinastía que pone en pausa la compulsión a sacar conclusiones y lleva el sonido insistido desde Navidad de Reserva hasta La Síntesis O´Konor.

Mercurio conoce el camino hacia el inframundo. En la ciudad cuna de la bandera se iza la de la duda porque es temporada de mercurio retrógrado y toca El Mató acá. Enormes barcos cargueros como planetas chiquitos anclan formando una marea plateada. No beba sin antes brindar. No es superstición, son las luces tendidas sobre las cuatro rectas que forman la esquina de La Sala de las Artes la señal.

“En esta noche de primavera por venir”, agradece Santiago Barrionuevo a los amigos, a las amigas. La lírica entra por fuerza de repetición y teje un mantra que envuelve como una ola expansiva y hace de esta presentación de El Mató a Un Policía Motorizado otro ritual en su eterna liturgia. Entender qué nos quema, y dejarnos arder. Transpirar un poquito, bordear el vértigo del pogo, asomar el hocico, el cuerpo presto y la mente, la mente ya sabemos: la mente es muy frágil.

De la cuidada iluminación rosarina nace el concepto: la luz refleja lo oculto. Consumado el show, cerrar con la cara en el asfalto y la certeza de saber que nuestro sábado, buenas noches, todo es como debe ser.

Crónica: Lupe Gambina

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