Por Gastón Fournier — Art Curator & Artfluencer
La “pájara elefanta” de Delia Cancela, el “elefante negro” de Eduardo Basualdo y el “peso pesado” del arte contemporáneo argentino de la Galería Ruth Benzacar que celebra sus 60 años de existencia.
Una vez más Buenos Aires, sigue sorprendiéndome. El mundo del arte es más amplio de lo que uno cree o nos hicieron creer: no se limitaba a tres galerías, cuatro curadores y un par de coleccionistas.
Día a día descubro que otras personalidades y hacedores del arte -que no son para nada snobs-, sino todo lo contrario- abiertos, empáticos y lejos de agendas forzadas marcadas -vaya a saber por quién y con qué intereses-, apoyan la escena local con proyección internacional con un gran trabajo a través del valor del legado familiar. Y marcan la escena del mercado del arte contemporáneo argentino.


Este es el caso de Orly Benzacar y Mora Bacal. Sí, claro… ya las conocen. Son segunda y tercera generación de Ruth Benzacar y esta galería lleva 60 años en el mundo del arte. No forman parte de ese “mundillo encriptado”. Cálidas, amigables y dispuestas a incorporar con genuinidad a las nuevas figuras transformadoras del “mundo artístico”.
Fundada en 1965 por Ruth Benzacar, la galería se enfoca en la promoción, difusión y comercialización de arte contemporáneo argentino y un espacio de experimentación, vanguardia y compromiso con las nuevas generaciones de artistas. Representan a los de gran trayectoria y los emergentes, a quienes acompañan en su consolidación a nivel local e internacional.
“En estos 60 años, la galería Ruth Benzacar no sólo ha sido testigo de la historia argentina, sino que la ha atravesado y desafiado. Sobrevivimos a cambios de gobiernos, crisis económicas y momentos de incertidumbre, siempre con la convicción de que el arte es una fuerza transformadora. Hoy, más que nunca, seguimos apostando al futuro con la misma pasión y compromiso que nos trajo hasta aquí”.
Destaca Orly Benzacar, directora de la galería desde el 2000


Galeristas pioneras en el mercado del arte nacional, con sede en Buenos Aires, precursoras en la región, mantienen hasta el día de hoy su participación en ferias nacionales e internacionales. Un hito clave en esta dirección fue su incansable esfuerzo por mostrar el arte argentino en los principales circuitos globales, comenzando en 1967 con una proyección audiovisual en el MoMA de Nueva York con música de Astor Piazzolla.
Cuatro sedes, una misma pasión
A lo largo de sus seis décadas de historia, la Galería Ruth Benzacar ha transitado por diferentes espacios en la ciudad de Buenos Aires, cada uno con su impronta y contexto.
Nació en 1965 en el ph familiar de la calle Valle en Caballito, una “casa-galería” que cada quince días organizaba una tertulia en torno a las obras. Reunía a artistas, críticos, escritores, músicos y el mundo del Instituto Di Tella, y también a personas de otros ámbitos que debatían sobre la actualidad: Antonio Berni, Roberto Aizenberg, Juan Battle Planas, Juan Carlos Castagnino, Ernesto Deira y Jorge de la Vega, entre otros. Rápidamente, la casa se transformó en un centro cultural y el emprendimiento cobró otra dimensión.
En 1975, la familia y la galería se mudan a un piso en la calle Talcahuano, donde inicia su etapa profesional y organiza cerca de treinta muestras individuales y colectivas: Libero Badii, Jacques Bedel, Luis F. Benedit, Mildred Burton, Juana Butler, Américo Castilla, Juan Carlos Distéfano, Raquel Forner, Noemí Gerstein, Norberto Gómez, Lea Lublin, Aldo Paparella, Emilio Renart, Antonio Seguí y Clorindo Testa, entre muchos otros.

El 10 de octubre de 1983, Ruth Benzacar Galería de Arte inaugura su sede de Florida 1000, debajo de la Plaza San Martin, con el proyecto arquitectónico de Luis F. Benedit. Un espacio descubierto por Pedro Roth, que luego se convirtió en un lugar mítico para la escena local y en el cual la galería permaneció durante tres décadas. La muestra inaugural fue un proyecto de museo: “El Anti-Rinoceronte. Periódico Martin Fierro: Las primeras vanguardias”, con una selección de grandes artistas argentinos. La exposición fue toda una declaración de principios: la galería Ruth Benzacar aspiraba a estar en la avanzada del arte.
En Florida se realizaron proyectos de la Nueva Figuración, el grupo CAyC, individuales de Battle Planas, Juan Pablo Renzi, Antonio Berni, Enio Iommi, Alejandro Puente, Víctor Grippo, Luis F. Benedit, Distéfano, Josefina Robirosa.
Se afirmaron figuras como Liliana Porter y Alejandro Kuropatwa, y emergieron los “pintores de la joven generación” como Ernesto Ballesteros, Ana Gallardo, Jorge Macchi y Pablo Siquier, entre otros.
Finalmente, en 2015, la galería se amplió e instaló en su actual sede en Villa Crespo, Juan Ramírez de Velasco 1287, con una exposición antológica de Liliana Porter. Un gran galpón de 650 metros cuadrados y dos salas, que posibilitan nuevas formas de expresión y escala para la producción de los artistas actuales.

Ruth Benzacar Galería de Arte, fundada por la abuela de esta trilogía femenina, puedo afirmar por varios relatos entrelazados, que forman parte activa de la historia del arte contemporáneo argentino, que siempre supo marcar agenda o hacer historia. Y hoy, está más viva que nunca.
Historia que será contada celebrando los 60 años de la galería, durante todo el año con un programa especial de actividades, explorando el rico archivo de la galería. Entre las propuestas destacadas, la curadora Sofía Dourron, junto con Belén Coluccio en la investigación, presentarán en noviembre una exposición que revisitará la historia de la galería a través de obras, documentos y material audiovisual, generando un diálogo entre el pasado, presente y futuro del arte argentino.
También se editará un libro que permitirá explorar las características estructurales, sensibilidades e identidades estéticas de este proyecto institucional. ¡Spoiler alert! Para el mes de octubre será presentado un cortometraje documental con la historia de la galería atravesada por lo contemporáneo del arte.
En palabras de Mora Bacal, tercera generación a cargo de la dirección: “El mundo cambió y la galería también. Hoy necesitamos dar lugar a nuevas narrativas, generar diálogos intergeneracionales y transdisciplinarios, abrirnos a la experimentación y a la incorporación de nuevas voces, manteniendo la frescura y el compromiso de siempre”, afirma.
Lo que me llevo a conocerlas en esta oportunidad fue la excusa del evento lanzamiento de prensa de la muestra de Delia Cancela y Eduardo Basualdo, dos de sus más de treinta artistas que representan.


Introducido “en la otra socialité del arte” por Mónica Testoni –mi nueva hada madrina- llegué unos minutos antes. Una señora de pequeña estatura –de esas que les brota vida- me dice: “¿Llegamos temprano?” Toquemos timbre que hace frio afuera. Rápidamente, se presentó era Victoria Vrylijack, escribió años para revista Noticias. Y, mundo pañuelo, yo había trabajado en el Faena Hotel & Universe, con su sobrina Florencia Vyrlijack, encargada de la prensa y las relaciones públicas del hotel.
En ese mismo instante, descendió de un auto con ramo de flores enormes – casi como una estrella de cine- Amalia Amoedo, coleccionista –nieta de Amalia Fortabat- y otra gran hacedora de mundo del arte. Levantando su mirada por encima de sus lentes oscuros, y antes de ingresar, me saluda diciendo: ¿Nos conocemos? A lo que yo, dudando… le digo “mmm no personalmente”… y ella, replica: “si, de la vida”. Iba a felicitar a su querida amiga Delia Cancela que se incorporaba al staff de artistas de la galería.
Oh Dear, Oh Dear ¡How queer everything is today!
Así se titula la muestra que presenta a la siempre joven Delia Cancela, marcando el comienzo de una nueva etapa en su vida artística. El título de la muestra, lo puso la curadora: Marie Bardet, filósofa y bailarina, con quien no se conocían ni habían trabajado juntas con anterioridad. Delia menciona que fue mucho “laburo y mucho apuro” el concretar rápidamente esta muestra. Trayectoria y modo de hacer, como práctica artística.


Lo que no fue con apuro fue su trabajo… todo lo que muestra son retazos de su vida. Va juntando un dibujo, una mancha, un trozo de tela, algo que ve interesante y después, con todo eso, hace obra, cuenta. Junta y hace cruce de tiempos, explica y sigue en investigación. Aún no lo dibuja, pero lo quiere presentar. Y encuentra de esta manera “hacer un homenaje” también al autor de Alicia en el País de las Maravillas, Lewis Carrol.
Hizo dos instalaciones en dos cuartos. Los cuartos son rococó, no son barrocos. “Empecé a pensar en el siglo XVIII, en las flores que pintaba Fragonard y me llegó ese espíritu. Es algo preciado y bello. Entré a ese mundo; el cuarto claro es una escuelita de la época rococó, con las paredes pintadas en dos franjas de color verde agua, como aquellas de aulas antiguas” explica.
La primera es una sala de una escuela de botánica, entre flores y señales punk de “fuck you”.
“El otro cuarto, el más oscuro, representa un gabinete de curiosidades: ornitología y mujeres pájaro” me cuenta. Me trae a mi memoria la referencia al Tangata Manu: aquel hombre pájaro que representa la cultura Rapa Nui en Isla de Pascua, donde me tocó vivir durante mas de seis meses en mi pasado de hotelería de lujo.


La escultura de “pájara elefanta” es la que une los dos universos y cuida con el peso y seguridad de un guardián de los tiempos sin tiempo, como Delia. Y en un rincón, una pequeña puerta dibujada, que nos invita a otro mundo… que nos contará en otra historia, como Alicia.
A Delia, la interpela la moda, desde siempre. Los looks: propios y ajenos. Ese día llevaba yo un tapado vintage de estilo ruso militar, me dice: ”esto usábamos en los 60s en Paris, la gente andaba con esto por las calles”. Y ella, con look sofisticado y minimalista total black y zapatillas, como si hubiera bajado de una pasarela del Fashion Week de Milán temporada 2026.
Delia tiene sentido del humor, es sarcástica e híper activa. Todo le da curiosidad. Amante del surrealismo. No se considera ni le gusta que la encasillen como artista pop, pero si punk. “Soy histórica pero no me considero artista pop; tuve una etapa en los ‘60 con obra pop. Y después, soy artista, yo hago y en el hacer tengo momentos que no son pop”, nos cuenta.
Expresa en sus obras la libertad y la femineidad de la mujer. Dice que las historias lineales son las de los hombres, las ondulantes las de las mujeres que asoman y vuelan como sus mujeres pájaras.


Mira el pasado y lo transforma. Cita sus retazos de obras de otras épocas 2000, 2010, 2015. Resignifica obras del 2010 con las de 2025.
A los 84 años, Delia Cancela inauguró su primera muestra individual en la galería. Siempre se puede hacer algo por primera vez. En “Alicia” encontró el título, en la complicidad el eje y en la inquietud, la superficie.
Intuición y piezas inéditas: “su mundo más secreto” en palabras de Orly. “Oh dear” es una muestra atrevida y rápida. La gente joven adelante. Antes primero, Delia.
In Medias Res
La muestra de Eduardo Basualdo, aborda lo pesado del vacío y la muerte. El no peso de los cuerpos. Esculturas y espacios, y Tejedoras: una pieza literaria realizada especialmente para la muestra; trabajo a cargo de Juan Mattio, escritor y ensayista, que expanden el universo de Basualdo.
Primero la provocación. Una gran obra negra equilibra “lo que vendrá”. Como dos polos opuestos, necesarios para que todo exista. Esa distancia entre tierra y luna. Y se vacío. Vacío en el que estamos y amenaza del colapso interior.

En este caso, los colores como provocación: el rojo – el azul, cuando su universo es blanco y negro, que es donde se siente más cómodo.
Rojo y Azul como los polos opuestos de la electricidad, como sistema circulatorio de esa sangre, de ese aire en las venas, de esa “roja sala ensangrentada” al cortar la carne.
Esa misma sangre que se derrama al cortar con ese único cuchillo afilado en sala. Cuchillos de filo, de fusión. Puede separar o confundir. Ese mismo que desgarra y corta los cuerpos. Y abrir algo por la mitad, abrirlo en “una media res” y poder adentrarnos en ese mundo inmediato y desconocido.


Se siente el ritmo musical en sus esculturas. Hay un ritmo, una melodía. Cinco esculturas de caño galvanizado, dos negras dramáticas, remiten a los monstruos internos, de esos que si pesan. Y dos esculturas más, piel y hueso. Fragilidad, no hay ficción. Hay vulnerabilidad.
Los cuerpos ceden, se desgarran. Realizados con tela encerada. Piel, pellejo. Gajos embebidos en cera y colores. Remiten a las cosas básicas, primitivas.
Una serie de esqueletos ceden a la gravedad. Contorno y percepción. Hay un trabajo de parto en una de los esqueletos, una calavera interna, nacer hacia adentro. Hay una repetición, un duplicado que hace que esas series señale un cuadro por cuadro casi cinematográfico.
Y otra serie de esqueletos de perfil, no se muestran, denotan misterio. ¿Mostrar, sin mostrar la totalidad, por miedo al reconocimiento o al vacío? Y una obra como radiografía de dientes. Ese es el personaje que rompe la cuarta pared e incluye a la muerte. Y no es tan grave, vale lo mismo que una desgracia.


Hay algo de humor en las formas. Lo trae a lo doméstico. Y nuevamente, llena ese gran vacío blanco con una gran pieza escultórica en negro. Él lo define como “Elefante Negro”, no sabe llamarlo. Es topográfico. Es íntimo. Te desarma y te vuelve a armar y te invita a entrar.
Hay una búsqueda en lo material. Armar esa instalación le llevó una semana, fue realizada con el mismo material que utilizó en su muestra “Pupila” en el Museo Moderno Buenos Aires. Y otra vez el sonido visual, ruido blanco, papel metálico pintado. Y lleno de agujeros que permiten la entrada –casi imposible de la luz- algunos forman hasta pequeñas manillas de relojes imaginarios, otras estrellas sin tiempo. Y el vacío.
Al final del recorrido, un primate haciendo fuego, un hombre escapando de la muerte, del mismísimo vacío. En una caverna, con poco contacto con el presente. Lo siniestro de lo inmediato, de lo remoto, de lo que el misterio te deja a la mano.
Infant, se titula la instalación escultórica. Detrás del carbón, están los dos polos. Pieza negra, cables de color: rojo y azul. Y otra vez la tensión. Cuerpo partido, abrazo partidos. Cuchillos que separan lo que no se separa.
No hay salida, siempre hay que volver. Y enfrentarse con el propio peso. El peso del vacío.
Gastón Fournier
Agosto 2025