“Paraíso Nicola: vivo y revelado”

Artistas, Cultura, En Primera Persona, Noticias

Por Gastón Fournier — Art Curator & Artfluencer

Una inmersión barroca en la intimidad creativa de Nicola Costantino.

Barrio de Colegiales. 18 pm, es la cita. Pese a lidiar con la impuntualidad, llego 5 minutos antes de la hora. Ni antes ni después. En “Ceremonial y protocolo” me lo enseñaron: llegar demasiado pronto denota ansiedad, llegar tarde, desinterés. Puntualidad casi perfecta. El sol ya cayó y una puerta se abre a un mundo: que no se visita: se irrumpe, se atraviesa, se habita.

La invitación llegó a través de Mónica Testoni y su editorial independiente: Testoni Contenidos. Pisciana, generosa, artdealer emocional, es de esas personas que tiende puentes; ella supo que este encuentro tenía que suceder. Nicola, forma parte de los artistas de su libro “Casa de Artistas”.

Visitar el taller de Nicola Costantino en clave “home gallery” es ingresar a una dramaturgia barroca, un banquete visual, un decorado onírico donde la obra, la artista y la casa se fusionan como en un loop cinematográfico. Por esto, quería ir.

La primera vez que oí hablar de ella fue en una muestra que hizo allá, por el “Paleolítico” en Tono Rojo, un winery –se le llamaban hace 25 años atrás- a los hoy bar de vinos. Pertenecía a un joven salteño empresario de la soja. Tono Rojo, estaba en el pasaje Schiaffino, frente al Palais de Glace. Objetos de peletería humana eran.

Tiempo después me resonó que “había dejado” su forma de hacer su arte para hacer ¿fotografía? Y pocos dos o tres años atrás, ¿haciendo cerámicas? Y en medio de ello, unas visitas guiadas performáticas ¿con el Teatro Colón? … ¿Y Performances gastronómicas?, Banquetes privados donde ella cocina con una soprano, música y contorsionistas… ¿en su taller?… qué raro tooodoque “raro” ¿Nicola?… pero démosle espacio a las búsquedas de cada artista.

Ahh y recuerdo también haber sido interpelado por sus instalaciones monumentales: “Invertido” en el Borges, un jardín invertido donde las raíces crecen hacia el cielo y las ramas con sus flores de cerámica se extienden hacia abajo.

Y la escultura de “Arbórea Magna”, en el Parque de las Innovaciones – que visite el año pasado en un día frio de otoño al atardecer, para ver su juego lumínico a unos pocos meses de haber sido inaugurada. Todas de gran impacto visual, pero no sensorial, como sí me empezaba a pasar en la piel… ahora en su casa taller.

“Entremos y veamos” me digo, antes de prejuzgar.

***

Te recibe con un pasillo negro de fotos antiguas, retratos surrealistas de ella y sus avatares. Son el prólogo de bienvenida. Con la pulcritud de un museo y el aroma dulce de una cocina, la sensación al entrar es clara: ella está en todas partes. Omnipresente. Pero aun no la veo.

Primero saludo a uno de sus asistentes, luego a su mano derecha. La escucho en presencia. Me dejo perder entre su cuerpo duplicados, fotografiado, reinterpretado, fragmentado, regenerado.

Y allí la veo. Me ve. Me sonríe.  De “Total Orange” con su cabello eterno –largo promesa- como la Venus de Milo. Es la anfitriona de una obra total.

Su mirada fue cálida, pero medida, como de quien ve por primera vez a alguien. Me saluda, me sugiere que aproveche a sacar fotos rápidamente para mejores tomas “antes de que llegue el grupo”. Me acompaña, me indica donde debe pararse el fotógrafo para tener mejores ángulos. Y me sumerge rápidamente en su mundo.

Nicola sabe generar climas, escenarios. Su “home gallery”, es sin duda un recorrido de placer visual de los últimos 30 años de su obra. Entrar a su casa, es entrar a la teatralidad misma, a la dramaturgia barroca con smog.

Cerca, su colección prêt-à-porter de peletería imitación humana: botas, carteras, corsets, pezones, anos humanos. Pero esa etapa —algo siniestra, algo sórdida— parece haber quedado atrás. La Nicola de hoy es cerámica, es barro y belleza. Aunque no por eso, menos provocadora.

Le gusta tomar obras de arte clásico para llevarlas a su universo.  Sus fotos icónicas, -con su “ex partner in crime, Gabriel Valansi, fotógrafo” – son algunas de las obras vistas en las últimas colecciones visitadas. Su versión de las Meninas, otra con “alas reses de carne”, “Winged Nicola” que vimos semanas atrás en Colección Balanz también.  Y unas alas de ángel sublimadas con la misma imagen carne de la fotografía.

En una de ellas, descubro a la multifacética Alejandra Radano, o a su mismo hijo de niño -con sus versiones dobles masculina y femenina. Nicola tiene algo con la repetición y la duplicidad o multiplicidad de la cosa. Creo que lo sublima con las cerámicas.

Entre Chancho Bolas, por toda la casa, aparecen artefactos metálicos, vaya uno a saber para qué son – diseñados por ella, para rellenar de silicona de sus esculturas, que parecen salidos de uno de los laboratorios de Frankestein, del director James Whale, en 1931.

Eso coexiste con una escultura de su doble, que hizo para “Trailer”, que tenía que ver con su maternidad, le llevo más de año y medio para su realización, pero termino en un “suicidio” artístico y la termino tirando por las escaleras fragmentada en mil pedazos… pero resignificados en “obra viva” con sus gusanos que están trabajando para ella, generando hilos de seda y se transforman en otra obra.

Mismos hilos de seda, son los que se deshacen del tapiz gobelino, que ella misma diseño y mando a confeccionar a China, pero por pandemia no pudo viajar a buscarle. En cuanto llegó, comenzó a destejerlo y dejarlo dramáticamente desarmado.

Otra de las obras emblemáticas es la instalación “Vanity” que presentó en arteBA en 2010. Allí se maquilla y se peina, se desmaquilla y se vuelve a alisar el pelo, se hace rulos, así en loop. Es una obra regenerativa. “¿Por qué tiene que ser que una obra se terminó y ya está? Mientras viva el artista puede hacer lo que quiera con la obra, regenerarla en otra obra y en otra, y así” explica.

Con Vanity, la idea es filmarse como está ahora y hacer una metamorfosis: peinarse, maquillarse e ir envejeciendo. Esa obra va a terminarse cuando ella muera, anuncia. Es un pacto con el tiempo.

***

No voy a relatar toda su historia —la saben, la leyeron, la vieron en el Borges, en la Bienal de Venecia, en ARCO o en el Colón—. Pero sí quiero decir esto: Nicola hoy está en otra. Y está más viva que nunca.

Tiene su sequito, sus “hadas y elfas del bosque” y Mateo, su “adonis”, que colaboran en que todo suceda. Como personajes de una serie pulida de Diane Arbus, que desafían los conceptos de belleza y anormalidad, pero no de hospitalidad.

El foco en su casa taller, desde hace dos años, está puesto en la trastienda, que al igual que la cocina, ocupan una parte central.

Se atraviesa la trastienda, ubicada como antesala del “take away” -lo que podés llevarte-; es expositiva y hay mucha producción hecha. Precios para todos los bolsillos, literal. Todos pueden tener un Nicola Costantino en su casa.

Juegos de té exquisitos, geométricos, ópticos, pero orgánicos, “cascaras de huevos” a modo de cuencos, platos, pequeñas bandejas, pocillos, juegos de sushi, todos trabajados con técnica nerikomi— y vendidos sin culpa, con postnet y QR de pago.  Flores sueltas, arreglos florales, floreros con y sin flores. Un sinfín de opciones y combinaciones. Las flores de cerámica se repiten como un mantra. Se reproducen, como setas, como micelios. Porque, como ella dice: “El micelio nos salvará”. Y uno quiere creerle.

Con la premisa de la venta y la excusa de un té con budines y chipas caseros, coleccionistas, artcurious, “chicas bien” y dos inglesas jóvenes con cámaras analógicas se adentran en su mundo. Las ”elfas” y, su joven guardián, embalan piezas en pequeño formato, envuelven, embalan, miran atentos a todo.

Todo está dispuesto con elegancia abrumadora: escenografía barroca, muebles de pana, luminarias intervenidas, cerámicas gigantes y flores y más flores. Todo funciona. Todo brilla. Todo se mueve. Sus “open studio” funcionan. Vende. Recibe. Produce. Crea. Cocina. Se filma. Regenera obras. Se multiplica.

***

Nicola añora los 90s, donde se hacían grandilocuencias artísticas. Lejos de las fundaciones y coleccionistas privados entiende que el mercado del arte cambio. Supo aggiornarse y adaptarse a los nuevos tiempos. Vende en cantidad y no solo una gran master piece. Entiende que el volumen es lo que hace que se mueva. Está presente, está vigente. Sobrevive al cambio del mercado del arte.

Su instalación/estudio, su obra juega con la tensión entre lo orgánico y lo artificial, explorando temas de transformación, muerte, cuerpos y naturaleza, en un equilibrio entre placer estético y cierta perturbación barroca.

La cerámica está realizada con la técnica japonesa nerikomi. Esta técnica milenaria japonesa dispone los barros pigmentados verticalmente en un bloque, colores en degradé, o intercalados. Cada sección del diseño está pintada de negro de forma tal que, al cortar la sección horizontal, el dibujo aparece bien definido en todas las capas dando múltiples piezas, todas con el mismo valor artístico. El resultado es una obra gráfica, pero el proceso es escultórico. Cada una de esas piezas forman las hojas y los pétalos de las flores, por ejemplo.

***

Una vez que logras pasar esa trastienda -que funciona como backstage, cocina y showroom-, yo no sé si el aroma embriagante de las flores de cerámicas o si el “micelio” tiene propiedades alucinógenas, pero desembocas, lisérgicamente en su propio Jardín de las Delicias, inspirado en El Bosco.

Su curaduría: barroca, dramática y onírica. El jardín que armó es con cerámicas, musgo, flores, luminarias intervenidas, livings de pana antigua, grupos escultóricos de cerámica de gran tamaño entre pocas plantas verdaderas y sus obras.

Y en final del recorrido, casi oculta al final, su mismísima “Fuente de la Vida” esculpida como si se tratara de un hallazgo arqueológico y cambiara la idea de su origen quinientos años después. Casi cárnico. Casi vegetal. Casi mítico.

Le dije: “lo que menos imagine era que hoy, iba a terminar dentro del Jardín de las Delicias”.

Lo que nunca llegue a decirle, que era una de mis obras favoritas, que había tenido la suerte de ver en el Museo del Prado en Madrid por primera vez a mis 25 años y que me atravesó igual que esta.

El Bosco y ella, otra vez, en clave cerámica, barroca y pop.

* * *

Nicola mete mano, muestra en vivo, cómo corta la masa prearmada con 18 tonos de verdes y negros, premoldeada como hojas para cortar en láminas y terminar de hacer y manipular la pieza.

Nicola atiende coleccionistas, Nicola está atenta a mi mirada y a mi escucha entrometida para poder generar material, pero sin interrumpirla.

Nicola es polémica. Nicola provoca. Pero esta es otra Nicola. Una más lúdica, mas “mediática” y más filosa. La ceramista. La cocinera. La performer. La madre. La musa. La empresaria. Quirúrgica Nicola. Como sus cortes de masa cerámica frente al televisor y al espectador. Como sus decisiones de artista. Precisas, tajantes, con ese filo suave, como lo tienen las piezas cocidas a horno. Como su decir perturbador, incomodo, polisémico, polémico pero cierto:

“Ya nada es escandaloso”.

“El arte busca sacarte de la mediocridad”,

“Me nutro de las contradicciones de la cultura”,

“La revolución, hoy, es volver a la belleza”,

“El arte contemporáneo actual es pobre y no tiene que ser feo”,

“el mundo del arte, que se cree muy libre, pero es de lo más prejuicioso” …,

“Hay un cualquierismo a veces en el arte, “hace lo que quieras que está todo bien”,

“Hay alguna ceramista en la sala? ¡Si, yo!  – dijo una. Yo no sé cómo no se les ocurre trabajar de esta manera y siempre caen al color pleno esmaltado”

Sí, provoca. Pero no porque escandalice, sino porque vive lo que hace. Porque cada decisión artística está encarnada. Porque se permite ser muchas. Porque entendió que el arte no es una pieza única e intocable, sino un organismo vivo, transformable, imperfecto y glorioso.

* * *

El arte de Nicola es operístico, pero también doméstico. Regenera obras, recicla materiales, se autorreferencia sin pudor. Vanitas, tapices destejidos, dobles femeninos y masculinos y gusanos de seda. Su universo es brutal y delicado, violento y ornamental. Y siempre, escenográfico.

Y, Nicola todo lo performea.

 “Me parece mucho más loable un artista que se arriesga y que algunas cosas no salen bien que uno que hace toda la vida lo mismo” dice. Y creo que por eso se permite cocinar, modelar, actuar, producir, hacer su propio vestuario –que exhibe con orgullo- convocar sopranos y contorsionistas para sus banquetes performáticos.

En su casa-taller, todo está en escena. Todo es teatral. Y todo puede ser comprado, tocado, habitado, deseado. Porque Nicola entendió que el arte puede ser muchas cosas, pero nunca tibio. Y que la belleza, hoy más que nunca, es revolución.

Nicola sabe generar escenas. Y sabe actuar en ellas y que la provocación empieza por casa.

Me quedo con esa imagen muy íntima y casi performática –solo para mí- …con los nervios propios de anfitriona, segundos antes de que llegue este “grupo elite de compradoras”. Nicola se mira al espejo y —como quien se calibra—se agarra sus pechos con ambas manos frente al espejo. Se incomoda con el peso gravitacional de su cuerpo. Se los palpa, se reacomoda. Y en ese gesto, también hay arte. Y como buena provocadora, sale a alimentar la fantasía lactaria a sus visitas, con sed de ella.

Nicola sigue. Sigue perturbando. Sigue diciendo e incomodando. Su espíritu rebelde sigue sin moldearse ni repetirse, como sí sus esculturas. Sigue siendo única. Sigue siendo una distinta. Y por eso, me gusta.

Y sale. Sale a escena porque para Nicola, siempre hay función. Y siempre, siempre, hay belleza.

Gastón Fournier

Junio 2025

Para quien no conoce a Nicola:

Nació en Rosario en 1964. Es una artista multidisciplinaria. Se define como escultora. Trabaja la cerámica como escultura, textil, video, instalación, performance y fotografía. Se formó en Bellas Artes, aprendió taxidermia en Rosario y técnicas de siliconado y moldería en EE. UU.

Obra clave, cuerpo, política e identidad. El cuerpo es su eje central: cuestiona el consumo, la moda, la violencia simbólica sobre los cuerpos. Mezcla autobiografía, crítica al cuerpo y narrativas visuales dramáticas. Se encarna en sus obras, usa su cuerpo como “herramienta” visual. Reinterpreta iconos. Estética incómoda: belleza y disonancia conviven, impresión visual perturbadora.

Destacan proyectos impactantes: Savon de corps (2004): jabones hechos con su propia grasa extraída por liposucción, crítica al cuerpo-mercancía. Peletería humana: ropa hecha con silicona imitando piel humana, mostrada en ARCO Madrid 1997 y Bienal de San Pablo 1998. Cochon sur canapé (1992): performance en Rosario —un cerdo en un sofá— vinculado a taxidermia y discurso del cuerpo.  Representó a Argentina en la Bienal de Venecia 2013 con Rapsodia inconclusa, una instalación sobre Eva Perón con video, espejos, arnés motorizado y hielo de lágrimas.

Actualmente incursiona con la cerámica y la técnica japonesa nerikomi y los banquetes performaticos en su taller.

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