Por Candelaria Penido. IG: @candepenido
Siguiendo con su particular estilo, la artista invita una vez más al espectador a su particular universo en Una remera no negra. La exposición en Piedras Galería puede visitarse hasta el 25 de enero del 2025.
Impactante. Ingresar a la sala celeste de Piedras, conmociona. ¿Será el contraste del color clarito de las paredes con los movimientos de verdes, rosas y violetas de las figuras en las pinturas? ¿Será que como espectadores nos introducimos dentro de escenas que parecen acaban de congelarse ante nuestros ojos? ¿Será porque en la gran sala solo vemos cuatro piezas y estas son inmensas? ¿Será por la sensación de distorsión que invadió el ambiente?
Imposible elegir un solo factor. Todos estos aspectos accionaron a la hora de encontrarme con los cuadros de Carrie Bencardino en su última muestra individual Una remera no negra. Llena de obra fluida, con personajes que destacan dentro de espacios, también muy grandes, que los rodean.
El efecto de distorsión —marca registrada de la artista—, funciona como un filtro de Instagram: capaz de alterar el entorno, o lo que se posiciona frente a la cámara, a la vez que lo hace destacarse del montón; por su rareza; por su deformidad. La obra de Carrie propone un acercamiento a eso que se encuentra en los márgenes, ya sea de la realidad o de las propias experiencias cotidianas.
Carrie pinta personajes llamativos, extraños, en colores fuertes —ya sea en sus maquillajes, sus tinturas de pelo o sus ropas—. Seres que emanan un aura cool y extravagante, en pose provocativa. Gente con la que me gustaría charlar. Y en este caso, parece que el visitante hubiese podido haber sido parte de una conversación con estas personas, mas ellos han decidido acallar sus voces, frenar su hacer y quedar mirándonos en una aparente estaticidad. Concediéndonos así entonces la impresión de que al darnos vuelta, seguirán con su quehacer.
Estas escenas proponen situaciones in media res de las que emana cierta belleza calma, junto con sensaciones propias del deseo y lo oculto. Invitan a encontrar ese algo que rompa con lo aceptado como normal; catalogado dentro de esta perspectiva como algo meramente aburrido. Y las creaciones de Bencardino son todo menos aburridas, de hecho la artista nos acerca hacia una nueva forma de ver. A partir de su trabajo parecería que nos preguntara ¿están/estamos mirando bien? ¿Qué es lo que estamos mirando? ¿A qué le prestamos atención? Y es a partir de este ejercicio que nos invita a alterar nuestra mirada.
La disposición de las grandes pinturas en horizontal propone un movimiento continuo. Ya sea porque se asemejan a una pantalla de cine o porque estamos acostumbrados al predominio de lo vertical por nuestro consumo de redes. Las piezas de Carrie se mueven y cuentan una historia. Esta se desarrolla dentro de un espacio indefinido, bastante vacío en donde los personajes se agrupan de a dos a tres, y solo encontramos algunos pocos objetos —interesantes y atractivos—, que dan cuenta de una posición social y/o un consumo determinado que a la vez se mezclan con archiveros de oficina, dando cuenta del universo ficcionado al que hemos sido introducidos.
Con un uso vigoroso del color, trazos gruesos pocos definidos y protagonistas tan sugestivos, Carrie Bencardino nos acerca a una especie de redención. La artista habla de su exposición en su cuenta de Instagram y la describe como “símbolo de haber pasado las mil y unas y vuelto post reviente con otro trip.”