El Museo Nacional de Bellas Artes presenta Carlos Gorriarena. Retrato de un momento, una exposición que celebra el centenario del nacimiento del artista argentino y propone un recorrido preciso por casi cinco décadas de su producción.
La muestra, curada por la investigadora Gabriela Naso, reúne cerca de treinta pinturas junto a bocetos, apuntes y documentos que permiten aproximarse tanto a su obra como a sus procesos de trabajo.
Lejos de una lectura lineal o meramente cronológica, la selección construye un panorama concentrado de los núcleos conceptuales y formales que atravesaron la trayectoria de Gorriarena (1925–2007): la figura humana como campo de tensión, la pintura como herramienta crítica y una mirada incisiva sobre el poder, la política y el espectáculo.


Pintar el poder, deformar la realidad
Uno de los ejes centrales de la exposición es la manera en que Gorriarena abordó la representación del poder. A través de figuras exageradas, cuerpos distorsionados y paletas de colores intensos, su pintura construye imágenes incómodas, donde la caricatura funciona como estrategia visual y política. La hipérbole no es un recurso decorativo, sino un principio organizador del discurso pictórico.
Durante la década de 1970, su producción se concentró especialmente en personajes vinculados al poder político y militar. Con el retorno de la democracia, ese enfoque se amplió hacia otros ámbitos de la vida social, incorporando escenas del mundo del espectáculo, la vida cotidiana y los rituales públicos, siempre atravesados por una mirada crítica y mordaz.


Un lenguaje propio
La muestra permite reconocer con claridad los rasgos que consolidaron la identidad visual de Gorriarena: una pincelada cargada de gestualidad, una estudiada deformación de las figuras y los espacios, y combinaciones cromáticas estridentes que intensifican el impacto de la imagen. Estos elementos no buscan la armonía, sino la fricción, generando escenas que condensan climas de época y tensiones sociales.
Según la curadora Gabriela Naso, Gorriarena logró construir un léxico inconfundible desde el cual abordó los aspectos de la realidad que consideró urgentes e ineludibles. En ese sentido, la exposición propone leer su obra como una toma de posición frente al mundo, donde la pintura se convierte en una forma de pensamiento.

Materiales y procesos
Además de las pinturas de mediano y gran formato —tres de ellas pertenecientes a la colección del propio Museo—, la exhibición incluye bocetos, documentos y fotografías que permiten acercarse a los procesos creativos del artista. Estos materiales aportan una dimensión complementaria, revelando decisiones formales, búsquedas y ensayos que sostuvieron su práctica pictórica a lo largo del tiempo.
Vigencia de una obra
Carlos Gorriarena. Retrato de un momento no solo funciona como homenaje, sino también como una relectura necesaria de una obra que continúa dialogando con el presente. La exposición subraya la vigencia de una pintura que, sin concesiones, enfrentó los mecanismos del poder y las formas de representación dominantes de su tiempo.
La muestra puede visitarse hasta el 25 de enero de 2026, de martes a viernes de 11 a 19.30 (último ingreso), y sábados y domingos de 10 a 19.30, en el primer piso del Museo Nacional de Bellas Artes.
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