La directora argentina fue reconocida por su documental Nuestra tierra, una obra que revisita el asesinato del activista indígena Javier Chocobar y aborda las tensiones entre territorio, memoria y justicia.
El Festival de Cine de Londres distinguió a Lucrecia Martel con el máximo galardón de su competencia oficial. Su película Nuestra tierra, primer largometraje documental de la realizadora salteña, fue reconocida por el jurado como “una audaz y hermosa reflexión sobre la muerte y el legado del líder chuschagastano Javier Chocobar”.
Martel, autora de clásicos del cine contemporáneo argentino como La ciénaga y Zama, vuelve con esta obra a su compromiso por narrar los conflictos sociales del país desde una mirada profunda, poética y crítica.
En este caso, la directora se sumerge en los hechos ocurridos en Tucumán en 2009, cuando Javier Chocobar, referente de la comunidad indígena Chuschagasta, fue asesinado en el marco de una disputa territorial con empresarios locales.
Un retrato desde la empatía y el rigor
El jurado del festival destacó el “extraordinario rigor periodístico y cinematográfico” con el que Martel aborda los acontecimientos, devolviendo a las comunidades indígenas “parte de la justicia que los tribunales les negaron durante tantos años”.
El film combina materiales de archivo, entrevistas y una puesta visual sobria que evita el sensacionalismo, para construir un relato coral donde la memoria colectiva se convierte en resistencia.
La mirada de Martel no solo reconstruye un crimen, sino que propone una reflexión sobre la continuidad histórica de la violencia hacia los pueblos originarios y sobre el derecho a la tierra como espacio de identidad.
El cine como herramienta de reparación
Con Nuestra tierra, Martel profundiza en una línea estética y política que atraviesa toda su obra: la tensión entre lo íntimo y lo estructural, entre los cuerpos y las geografías que habitan.
La película se inscribe en una tradición del cine latinoamericano que entiende la imagen como herramienta de reparación simbólica, una manera de restituir voces silenciadas y visibilizar territorios desplazados por los discursos oficiales.
Su trayectoria internacional la posiciona como una de las cineastas más reconocidas de la región. En 2019 fue presidenta del jurado del Festival de Cine de Venecia, un reconocimiento que reafirmó su influencia dentro del cine de autor global.
En un comunicado, el jurado del London Film Festival afirmó:
“En una edición con un nivel altísimo de competencia, nos enorgullece reconocer este trabajo único, capaz de unir sensibilidad artística y compromiso social.”
Además, el festival otorgó el Premio Sutherland a la directora keniana Vincho Nchogu por One woman, one bra, un documental sobre la lucha de una mujer por conservar sus tierras ancestrales, ampliando así la conversación global sobre las formas contemporáneas del despojo territorial.
Una obra entre la memoria y la imagen
Nuestra tierra confirma el lugar de Lucrecia Martel como una de las voces más relevantes del cine contemporáneo. Su aproximación al caso Chocobar trasciende la crónica judicial para abrir una reflexión ética y estética sobre cómo el cine puede acompañar procesos de memoria y reparación.




