Nicolás Grasso Urquiza: coleccionista de casas, amores y arte contemporáneo internacional.

Coleccionismo, Noticias

Por Gastón Fournier — Art Curator & Artfluencer

Entre casas, amores y obras de arte, Nicolás Grasso Urquiza construye un universo personal donde el coleccionismo es una forma de memoria y deseo.

Lo encontré en el hall de un edificio en Recoleta, justo cuando entraba a la muestra de un home gallery.

Nicolás acababa de comprar una obra de Gonzalo Delgado; Samuel Dansey, su curador, nos hizo la presentación. Elogió mi forma de escribir y, con esa mezcla de buena educación y picardía, me dijo que mi lectura de las piezas le habían hablado igual que a él. Me sorprendió gratamente el alcance de las palabras y lo que pueden las propias, generar en la otredad.

Me ganó esa afinidad instantánea, supo cautivarme y generarme curiosidad, de conocer su colección. Cada acervo habla por sí mismo y dice más de su dueño que cualquier biografía. Hoy vamos a entrar en la de Nicolás Grasso Urquiza: sus pasiones, sus deseos y sus obsesiones.

Episodio I – Avenida de Mayo: Primer Hogar

Vida y Búsqueda fuera de su linaje.

La cita es en un portal de la Avenida de Mayo, en plena jornada de la histórica marcha de los miércoles. Nicolás baja con pantalones coloridos y zapatillas todavía más: el atrevimiento es parte del saludo. Subimos al piso; antes de cruzar el umbral me dice, sin preámbulos, que su madre marcó su vida —y no en tono menor. “Hasta me llego a desear la muerte”, sentencia.

 Afuera, la ciudad; con sonidos ancestrales. Esos ecos, me conectan y acercan con las piedras, objetos y lámparas vintage a la conversación y a su universo. Todo allí parece reclamar origen: cada pieza tiene un relato que pide ser contado.

La historia de Nicolás, que comienza en la que supo ser su primer hogar en Buenos Aires, de techos altos, boiserie de madera, vidrios repartidos tipo balcón cerrado y la vista directa a la plaza.

El departamento que compraron con su compañero Rafael Pimentel —un inmueble que mira a la Plaza de los Dos Congresos, proyectado por Luigi Broggi e inaugurado en 1910— suma esa carga histórica. Fue precisamente ese aire centenario y ese vecindario de palacios lo que terminó por decidirlos en su compra.

A diferencia de otras entrevistas, llegué dispuesto a ser sorprendido. No investigué nada sobre Nicolás: quería que el relato naciera de la experiencia, sin condicionamientos, con mayor poder de sorpresa. Y así fue.

Infancia y formación. Nicolás Grasso Urquiza nació en Paraná el 5 de febrero de 1969. Es tataranieto de los Urquiza. Si, del caudillo entrerriano. Familia con impronta histórica —su linaje invita a la anécdota—. Mostró desde joven su pulso artístico: ganó un premio local a los 15 y cursó Diseño Industrial en la UBA antes de volcarse al taller de arte privado de Sara García Uriburu y al aprendizaje con Carlos Bisolino.

La controversia y el exilio. Su obra temprana chocó con la Iglesia y la policía: dos muestras censuradas y una serie confiscada por un año. A los 23 años optó por el exilio creativo: París, Londres, Berlín, Kenia y Egipto le ofrecieron anonimato y libertad de esos mandatos familiares. Y de descubrir la vida por sus propios ojos. Su vida.

Se muda luego a Brasil debido a una fascinación por la bossa nova y el tropicalismo. Decide hacerlo en Salvador de Bahía. Más que vida, “buscaba alma y magia”. Y para quien conoce Bahía, es el alma de Brasil, la mística pura.

No menos a su necesidad y deseo, su casa, su templo –paradójicamente-, fue un antiguo templo de afrodescendientes y rituales umbanda, que tiempo después termino adquiriendo y convirtiendo en parte de su colección: de casas y de archivo vivo bahiense. Su mirada en su colección, se centró en el artesanado local.

Además de coleccionista es artista y diseñador. Su producción figurativa, así como sus piezas de moda, a menudo recurren a imágenes eróticas y provocativas, fuertemente influenciadas por la naturaleza y la cultura de la selva atlántica del Alto Paraná y Salvador de Bahía. Su obra fue fácilmente aceptada allí por lo que él percibía como una sociedad más abierta y tolerante.

Su experimentación abarcaba fotografía artística, escultura, diseño de moda hasta pinturas. Siempre se sintió allí a gusto. Pero creyó que Nueva York, sería ideal para todo lo otro.

La Gran Manzana, de un mordisco. En 1997, Urquiza se estableció en Manhattan, donde trabajó en las renovaciones de un popular café y conoció al diseñador de moda y modelo puertorriqueño Adrián Alicea. Se convirtieron en socios comerciales y colaboradores creativos, estableciendo la marca Nico & Adrián de alta costura de vanguardia y una línea de diseño de prêt-à-porter, en el año 2000.

Durante los siguientes años, el dúo desarrollaría con éxito un estilo provocador inspirado en sus viajes, jugando con estereotipos sexuales étnicos y de clase en torno a la estética latina. Al mismo tiempo, Urquiza se familiarizó con la fotografía de moda contemporánea a través de la cual diversificó sus proyectos artísticos. Se han publicado internacionalmente en muchas publicaciones como Vogue Italia , Preferences Magazine, Beautiful Vision, Playboy , Vibe, L’uomo Vogue, In Style, Tetu, Numero y BUTT Magazine .

Urquiza se dedicó inicialmente a la decoración arquitectónica mientras vivía en Bahía, pero fue a finales de la década de 2000 que empezó a aceptar encargos de empresas de eventos de Nueva York, principalmente en el Hotel Plaza, donde se especializó en intervenciones florales a gran escala. Su trabajo con el organizador de bodas David Tutera lo llevó a ampliar sus servicios y a vincularse con el diseño de interiores. Desde 2007, ha colaborado con otros diseñadores para dirigir varios proyectos de renovación, principalmente en residencias privadas del noreste de Estados Unidos y el distrito histórico de Buenos Aires.

Sus viajes, su vida, el mundo y el encontrar-se con los rasgos de su identidad más honesta, le fueron delineando su estilo visual explorando tabúes como el erotismo: con una clara vocación de excitación, la decadencia: de forma ambigua y lo subversivo y la desesperación: representados mediante imágenes eróticas y el uso de naturalezas muertas sugestivas y provocativas, inspiradas en la cultura bahiana.

Urquiza reside entre Nueva York, Buenos Aires y Salvador de Bahía … y donde el arte lo inspire. Actualmente se encuentra en un largo viaje, adquiriendo piezas para su “colección eterna” en Estambul, ciudad que no conocía y quedo fascinado con su mística y su riqueza cultural.

Coleccionismo: su propósito de vida.

De su viaje a los 26 años, a África, en Ghana, Nico atesora su primera compra intuitiva de arte: “arte callejero”. La describe con brillo en los ojos, con melancolía. En una aldea, había un cartel de una barbería, tras negociar con el pequeño dueño, quiso tenerlo y lo tuvo. Y lo llevó a donde fuera con él.

Nicolás atesora. El coleccionismo, siempre lo fue acompañando. Es su forma de hacer físico, ese momento o esa historia. Todas sus piezas, tienen una detrás.

Así que volvamos a su colección, que aún tiene mucho que contar.

En este departamento como les conté nos recibe un grupo de máscaras chiriguano chane y guaraníes de madera, típicas del nordeste argentino.

Entrando en la primera sala impacta un gran Nara, sobre un genero tipo toalla, de grandes dimensiones. Yoshitomo Nara (1959) es un reconocido artista contemporáneo japonés, famoso por sus representaciones lúdicas pero introspectivas de niños y animales. Influido por la cultura pop japonesa y el punk rock occidental, su obra aborda temas como la inocencia, la rebeldía y la complejidad emocional. El estilo icónico de Nara le ha valido reconocimiento internacional y gran popularidad.

En el lateral izquierdo, una serie de piezas de artistas emergentes compradas en un museo de Brooklyn se unifican como una gran composición. Lo particular de estas obras – todas de distintos autores-, accidentalmente, les dio el sol directo por tiempo, cambiándoles a todas por el mismo color cyan.

Otra joyita original, son la poltrona ‘Mole’, de Sergio Rodrigues, padre del diseño de mobiliario brasileño.

En el comedor contiguo, una obra de mediano tamaño de Soledad Fernandez Mouján y en un rincón, dos obras; una de ellas instalativas con relatos propios. La que nos interesa es el altar al Gauchito Gil…fue una ofrenda que él mismo hizo, tras haberle cumplido un milagro:

“Una tarde tras un largo viaje de regreso a Buenos Aires, perdió su mochila personal bajando de un taxi, con las escrituras de sus nueve propiedades, una importante suma de dinero, pasaporte, agenda con contraseñas y demás documentación de valor personal y confidencial. Quien encontró su mochila, tampoco tenía forma de comunicarse con él y tampoco sabía quién encontró sus pertenencias, ni quien sería él para entregarles sus objetos. La contraseña que le dio esta persona fue Gauchito Gil. Se encontraron, le entrego todo y su ofrenda, este altar.”

En el siguiente pasillo a los próximos ambientes, se destaca una obra de Ginette Reynal, de quien supo ser amiga, durante muchos años. Nicolás, tiene la peculiaridad, de darle la bienvenida a cada nueva obra, con una fiesta a la artista en cuestión y amigos. Recuerda lo divertida que fue la que organizo en honor a Ginette. Como también lo especial que fue, la que organizó para la partida de Sergio de Loof; que también tiene una obra él, en uno de los pasillos que lleva a las habitaciones.

En la siguiente sala, es entrar al pasado familiar, en la esquina, armó un “corner” con cuadros con publicaciones y grabados de la presidencia de Urquiza y su escudo familiar.

Un gran collage digital trabajado con fotografías propias, sobre su imagen y su cuerpo. Ninguna imagen se repite a la otra, por más que estén dispuestas como reflejos o como espejo.

Urquiza señala con nostalgia en la siguiente habitación: “El pie de cama lo hicimos a partir de un género que Rafael trajo de la India, y la foto enmarcada fue tomada por mí, es un monte de álamos plateados”.  La cortina de papel es una obra de Luz Laspiur, gran amiga de Nicolás, y que encontraremos varias obras de ella, a lo largo y ancho de sus casas. Muy coloridas, por cierto.

***

Mientras continuamos con el recorrido por la casa, Urquiza intercala parte de su colección de arte con su colección de historias. Y surgen nombres: tales como Peter Marino (uno de los mayores coleccionistas del mundo del arte contemporáneo), campañas que realizó para Chanel, Dior y Guerlain, murales que realizó a celebrities como el caso de Taylor Swift, mientras nos cruzamos con obra de Felix Gonzalez Torres, artista queer de los 80 – cubano/americano, que mucha de su obra fue adquirida por el Moma; entre la mas destacadas se encuentra una instalación de caramelos envueltos individualmente en celofán rojo, plateado y azul; con el peso de su pareja antes de fallecer de SIDA, en los 90s-.

Mas obras de Mike (artista de Berlin de los 90s), un autoretrato de Robert Flynn (de sus dias en NYC), o una de las monstruosidades de Boxitrixi que es un artista argentino radicado en Londres, con unas acuarelas de Mike Nolan de Nueva York, unas icónicas Coca Colas de Éneas Capalbo, otra fotografía de Pieter Henket, que es un fotógrafo neerlandés que reside y trabaja en Nueva York y entre sus trabajos más destacados se incluyen la fotografía de la portada del álbum debut de Lady Gaga , The Fame.

Coleccionista de “grandes amores”

Nicolás ha vivido libremente. Ha llegado a tener dos novios en simultáneo, según relata. Tiene mucho amor para dar. Mucho. Como en su vida, su acervo sentimental refleja afecto: cada “novio” dejó una marca —una obra, un gesto, un viaje compartido— componiendo un mapa emocional.

Sus amores más significativos: Adrián, Rafael y Pablo. Menciona un “cuarto amor”, cuyo nombre mantiene privado, como un secreto de Estado.

Adrián, su historia de amor en Nueva York. Puertorriqueño del Bronx, pasó del breakdance a los clubes nocturnos, descubierto por Thierry Mugler. Modelo de culto en los 90s, desfiló para Armani, Gaultier y Ferré, bailó con Grace Jones y Willie Ninja. Juntos fundaron Nico & Adrián NY, revolucionando la moda neoyorquina con desfiles de erotismo y teatralidad, retratados por Steven Meisel y David LaChapelle, celebrados por figuras como Linda Evangelista y Zoe Saldaña y codeados con Beyoncé y París Hilton

Rafael, diseñador de interiores y artista. Con él comenzó la compra y venta de arte y la refacción de propiedades históricas. Para Nicolás, Rafael fue su chamán, guía y cómplice creativo.

Pablo, es su actual compañero que cuida su corazón y sabe cómo acompañarlo. Escritor premiado por Nelly Arrieta de Blaquier, su escritura lo seduce y lo inspira. Lo tienen enganchado sus palabras y lo que le hace sentir con ellas. Su empresa de sanitarios ecológicos relacionada con compostaje y conservación del medio ambiente demuestran la toma de acción y compromiso por la huella ambiental, así como él sabe dejar huella con sus palabras.  

Episodio II – Godoy Cruz: entre lo queer y el arte del sexo.

Nos tomamos un Uber rumbo a el próximo destino, dentro de la misma visita. Su acervo, no está todo en el mismo lugar. Como su historia, cambia de locación.

Entramos en una casona típica de Palermo, en un segundo piso, sobre calle Godoy Cruz y Santa Fe. Recodo under de dealers y prostitutas, antigua zona roja, devenida en Palermo Soho. Subiendo al departamento por unas escaleras de mármol antiguo, llegando ya al hall de entrada, un gran tapiz y plantas, tropicales como su añorada Bahía, nos reciben como ante sala.

Nicolás, me pide que espere. Su casa requiere iluminarse con su selección de lámparas vintages, necesita una preparación casi teatral previa. Y asi, cobran protagonismo elementos de todo tipo, sexualidad hechas piezas y las creaciones queer omnipresentes.

Fuimos a por vino mendocino. La colección se ve mejor con copa en mano.

La primera obra que llama mi atención, es por quien nos conocimos: Gonzalo Delgado y su obra Te coge mucho. La quería tener enmarcada para mi visita, quería darle su lugar y que tenga ya su iluminación adecuada. Es inquisidora la obra. Como el calco en yeso de su pene erecto dorado a la hoja. Ambas intimidan.

Otra de las piezas que llamo la atención es Retrato del tío amanerado de su autoría, de base rosada. También mando a enmarcar especialmente para la visita. Le encontró un lugar nuevo a esa obra. Y dice, que “hace años quería enmarcarla y que fue entonces la excusa-ocasión ideal para hacerlo”. Y dialoga con su última obra, un entramado de líneas y amores. Casi un políptico afectivo de su vida.

En los 90s Nicolás recuerda aquel lugar queer que frecuentaba, “Age of Communication”, la casa que había fundado Juan Calcarami y donde se daba cita la jeunesse dorée porteña.

“Había una terraza (de donde se cayó, una noche, un joven excedido, lo que motivó el cierre del lugar), un segundo piso donde estaban el Salón Puteaux, el Orient Express y una ¡biblioteca! Pero la pista de baile, Cericette, estaba en el primer piso, donde reinaban Carla Tintoré, Diego Ro-k y Dr. Trincado”, relata.

Distingo unos dibujos naifs de Ariel “Lavogue”, el productor de moda solía frecuentar esa esquina, el emblemático bar Kim & Novak, que estaba justo en la esquina, de la casa de Nicolás. Hoy, “Bianca Lavogue” está dentro de su casa, con su recuerdo vivo.

Entre los tesoros, Nicolás señala una obra de Rob Wynne, especialista en vidrio y murales abstractos, y una escultura de Takashi Murakami, con un mini-disk que permite cambiarle la música: un regalo con alma y juego. Murakami, pionero del Superflat, conecta con el humor y la estética pop que él tanto admira. Es conocido por sus coloridas y alegres pinturas y esculturas inspirados en el anime japonés, el manga y la cultura otaku.


También conserva fotografías de Adán Romero, los grimorios de Inés Grimaux, creación de Ricardo Batista de Capao (Brasil) y piezas de Paez Vilaró, que dialogan entre sí, contando historias de viaje y amistad.

Por último, llegamos a su habitación. Lo que llaman la atención son dos ramas gruesas de árboles. Con forma de “Y invertida”, colgadas en cada lateral de la cama. Son arqueología urbana, de aquel paso de tornado hace algunos pocos años atrás, por la ciudad de Buenos Aires. 

Dos troncos con forma de varilla de rabdomancia, de aquellas que indican donde encontrar “el verdadero tesoro”.

Obsesiones y compulsiones falo centristas.

El sexo y la desnudez lo definen. Casi de manera compulsiva, a Nicolás le gusta exhibirse, mostrarse, desnudarse. Y tiene con qué. Me lleva a una sala vestidor, donde su altar de fotos propias y retratos de diferentes artistas, lo representan de manera parcial o totalmente expuesto. Uno de sus amigos, lo quiso condicionar al momento de contarle que sería entrevistado diciendo “¿eso le vas a mostrar?”. Y mi respuesta fue ¿por qué no? Si la desnudez, la sexualidad y la transgresión lo definen… sería “obsceno” no compartirlo.

Practica el nudismo como filosofía. Y opuestamente conserva en su packaging, un original de su línea de ropa interior masculina lanzado en sus tiempos de alta costura underground y street prêt-à-porter en NYC.

Sus apariciones siempre fueron jugadas, expuestas. Recuerda, hoy a la distancia con risas, que la Iglesia hizo quejas contra una muestra en el Centro Cultural Recoleta, junto a Nicolás García Uriburu, Fermín Eguía y Josefina Robirosa, y que la policía clausuró dos exposiciones, confiscando su obra durante un año.

Su expresión siempre fue queer. “Tom Bogdam, cantante de ópera y pintor, pintó uno de mis primeros retratos en Nueva York. Ahí comenzó mi carrera como modelo erótico”, relata. Otro momento clave fue la serie Nico Smelling, realizada por el fotógrafo Paul Sepuya para Art Basel Miami; Sepuya, con obra en el MoMA, captó su desnudez como arte.

Al cierre de esta nota y aun estando en Nueva York, Nicolás me da la primicia y anticipa en un mensaje, que van a hacer un libro de la revista SHOOT, de la cual él fue modelo de la primera edición y también formará parte de esta impresión. Esa producción también fue realizada junto al fotógrafo Sepuya.

Su actividad es interminable y con eso, el seguir atesorando momentos.

Otro momento que recuerda con humor y amor es su muestra “Cummins”, su segunda muestra en Nueva York, la más controversial pero que le marcó su coming out artístico:  pinturas creadas con eyaculaciones de taxi boys frente al lienzo, dejando su “arte” en imprimación permanente. ¿Arte social o sexual art? No vendió nada, pero sí se “vendió él”. Logró visibilizarse y escandalizar al mundillo artístico de Nueva York.

***

En esta casa, todo vibra a ritual. La historia, lo devela: Rafa, su gran amor chamánico. “Eterno y presente”. Años después de su partida, sigue acompañándolo en decisiones y cotidianeidades. Ambos nos emocionamos.

Al preguntarle qué artista le hubiera gustado tener y nunca compró, sorprende con “Pettorutti, alguno de sus arlequines”, de 1925. Los arlequines cubistas y futuristas reflejan su búsqueda de equilibrio y armonía. También recuerda un Warhol por 25.000 dólares, “Era todo lo que tenía en ese momento”, relata. “No supe verla”. Reflexiona sobre cómo el coleccionismo es más que acumular creaciones: es atesorar historias.

Esta nota fue de las más complejas de cerrar. Me tuvo atrapado meses… Meses de edición y relectura revelaron capas de guiños, emociones y secretos. Me cautivó o me hizo un payé, no lo sé.

Nuestro encuentro tuvo muchas historias, la trazabilidad de sus vivencias, nos llevó a diferentes estadios emocionales, como su propia vida. Aprendí algo de él: coleccionar no es poseer, es guardar lo que te transforma.

Nicolás no acumula objetos, novios, arte, casas o lámparas vintage: atesora momentos, historias narradas en primera persona.

Y lo vivido, su mayor colección.

EPISODIO III – Salvador de Bahía, Brasil

Al cierre de esta nota, hay aires de tinto de verano y ya creo escuchar tambores a lo lejos…laten… ¿será la próxima parada Salvador de Bahía? Fantaseo…

(…Continuará…)

***

Créditos fotográficos: @gabaltam – Gabriel Altamirano

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