La muerte no existe y el amor tampoco se proyecta los sábados de enero y febrero en el MALBA y todos los días de enero en el Glorioso Gaumont.
“Algo como que quieren esparcir tus cenizas; algo como que quieren esparcirte”, dice la primera línea de la novela Agosto, fuente de inspiración para el film. Volver una trama epistolar tan singular una película es un desafío a la creatividad y al guión. Para quien ya la leyó, cada personaje tiene su fisonomía resuelta, el paisaje es una sucesión de indecisiones y tristeza. Los diálogos y lo silencios, las pausas y los suspiros ya tuvieron sus lugares precisos.
Fernando Salem lo logra con maestría. La locación es exacta, el casting de artistas dio en la tecla: tan parecido a como se pudiera imaginar en el original que descoloca, traducción de un imaginario colectivo. La música compuesta por Santiago Motorizado acondiciona, teje el puente entre la butaca y la pantalla. Desde la fila 03 del Gaumont se siente el frío, se mece cerca la miseria. Volver al lugar donde se creció, ya crecida, o no. Planos de luz en contraste a planos oscuros resaltan escenas. Una historia de encuentros, de desencuentros, de reencuentros, o no. El breve momento de Romina Paula en la pantalla, casi como de rebote, aprobando esta conversión a cinta.
Hay que verla porque es una historia cotidiana pero intensa: ¿quién no tiene algo para decir, algo por sentir, en relación al amor, a la muerte, a la nieve? ¿A quién no le llegó la hora de soltar las cenizas? ¿quién está exento del diálogo con la muerte, con su mejor amiga, con su pasado cortado de cuajo, con su yo del pasado?
Nota: Lupe Gambina