Por Lujan Gambina. IG: @lupegambina
Una de las bandas referentes de la escena independiente porteña de los años 2000 hizo una fecha doble donde aprovechó para repasar repertorio, grabar y revivir la esencia del plano secuencia sonoro.
Público y artistas presentes, entrados en calor. Arranca la fecha 2. Seis músicos en escena tejen el plano secuencia sonoro que es sello registrado de la banda. La noche se presenta en tandas, se va construyendo entre climas, capas. Lo exterior trepa hasta el escenario y el sonido repta en sentido inverso. Lo de allá y lo de acá moviéndose, desvirtuando el sentido adentro/afuera, iniciando la conexión del vivo.
¿Cuál es el límite entre lo terrenal y lo otro? Climas, capas. Tiene que haber un sendero, algo que una este terreno a otros. La iluminación, quién sabe. Quizás acá, por segunda vez, un portal. Un momento, una conexión. Estamos, físicamente, presentes y anclados, pero funcionamos como una masa de espíritus transportada. Y el camino a eso fue un puñado de canciones de antes, de ahora, de mañana. Preguntan si vinimos ayer, hablan del repertorio de hoy. ¿Cómo es que pueden trazar una línea temporal? Fechas, horarios, evolución, un engaño: acuerdos que hacemos para sobrevivir. Un engaño.
¿Cómo funciona un robot bajo el agua? El agua recorre circuitos diseñados para no fallar, a menos que… ¿se mojen? Permitirnos fallar, blanquear la imperfección y encontrar en ese hueco el placer, el movimiento, una historia. Grabar. Registrar. Dejar huella de un momento. Lo contradictorio de un instante, capturarlo.
¿Estamos escribiendo una historia o estamos bailando? ¿Importa? Algo tiene que hacer cortocircuito, algo tiene que salir distinto a lo planeado. ¿El cuerpo es movimiento? La música es cuerpo? ¿El cuerpo es música? A casi 20 años de “La óptica espacial desde el corazón” el repertorio crece, se complejiza, se incrementa. Habrá registro, pero ahora es puro presente, puro sonido, y todo esto es nuestro.